viernes, 10 de agosto de 2012

EL ULTIMO DEL PURGATORIO







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EL ULTIMO DEL PURGATORIO

Romeiro fue condenado por el Tribunal del Purgar a salir el último del Purgatorio. ¿Lo conocen ustedes, no? Ese lugar intermedio entre el Cielo y el Infierno al que van las almas no condenables, pero tampoco ideales para el Paraiso. En el Purgatorio deben pasar una etapa de purificación hasta quedar aptos para el goce eterno. El periodo y el tormento aplicable a las almas penitentes depende de sus culpas y el ánimo del Tribunal. Y siempre se ha dicho que desde un segundo a una eternidad. Entendiendo esto último como muchísimo tiempo, pero no todo el tiempo, ya que la auténtica Eternidad, la buena, pues dura para siempre.

Pues bien, a Romeiro le tocó la mala suerte de morirse e ir al Purgatorio por un tris, casi va al Infierno, muy mal caso el suyo, adjudicación de Castigo Especial, día chungo del jurado, folklore o lo que fuera. Total que le salió un castigo espectacular: ser el Ultimo del Purgatorio.

Lo que quería decir que ni rezos, ni intercesiones, ni Fin del Mundo, ni Juicio Final, ni límite de los Tiempos, se lo comía todo.

Llegaba la Armonía Divina y él, arrastrándose por el fango del Purgatorio. Porque esa es otra, el castigo consistía en arrastrarse indefinidamente por el Fango del Purgatorio con otros y otras como él.

Y pasaban los eones. Ya no había eras ni nada. Y no se sabe siquiera si pasaban los eones. Y él allí sufriendo torturas infames cada día nuevas y más refinadas. Para que luego digan que los eternos no pueden cambiar.

Y comenzaba a salir gente. Lo veías a diario: penitentes llorosos, infinitamente tristes y arrepentidos hasta la extenuación, se los llevaban al Cielo.

Romeiro no veía cuando se irían todos de tantos como había. Y se cogía unas depresiones espantosas. Una pecadora le decía:

- No desesperes, ten paciencia, ten paciencia.

Y venga eones de paciencia. Era un futuro Justo, uno de los salvados por la Gracia de Dios, debía comportarse…

Hasta que tras una cachiporrada de eones, llegó un momento en que quedaban pocos. Aunque era un Sin Lugar enorme, las almas se movían y comunicaban con rapidez. Se producían bajas, aunque cada vez menos.

Ahora son como un pueblo, se conocen todos. Cada uno que desaparece lo celebran.

Quedan pocos, cada vez menos. Pasan eones y eones. Y Romeiro arrastrándose por el fango de todas las podredumbres y pestilencias…

Eones y eones y eones…

Uno menos y otro y otro más… Eones y eones… Ya solo quedan cien… Millones de eones y eones, y cincuenta…Eones, veinticinco…Eones…eones…eones…eones…los diez últimos…

eones…eones…eones…eones…cinco…eones…cuatro…eones …eones…eones…eones…eones…tres…dos…uno, Romeiro…

Ya estaba sólo Romeiro en el Purgatorio…Eones y eones y eones.

Ya se había cumplido el requisito, el castigo podía tocar a su fin…Eones…eones y eones. Romeiro en el Purgatorio…

Y ahí se va a quedar, porque, ¿qué haríamos luego con el Purgatorio? ¿Lo eliminamos? ¿Es posible? ¿Qué se puede hacer con un Purgatorio vacío? No estoy del todo convencido de que se pueda eliminar. No sé, se podría hacer en Él otro mundo, o dárselo a los animales, que no tienen nada, para que no desaparezcan del todo… No sé, creo que no es bueno que haya solo Cielo e Infierno…

-¡Eh, tío, soy Romeiro! ¿No crees que ya está bien?

- ¿Eeh?

- Sí, que yo sirva para eso, ¿no crees que es demasiado?

- Joder, tío, a alguien le tiene que tocar.

- Me cagón todo ya, sacarme de aquí, que yo era el último pero no el pringao eterno.

- Nada, nada, tú te quedas ahí.

Y se quedó para siempre en el Purgatorio arrastrándose en el peor de los fangos…

- Jo, que duro, ¿no podría ir alguien a salvarlo, así como si nada? -me decía una conocida.

- No, no, eones, eones, eones…

- ¡Venga, hombre!

- ¡Que no!

- Venga.

- ¡Si se llama Romeiro!

- Que más da.

- Dejamé en paz ya, ¿eh?

- Botarate.

- ¡Que me dejes!




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