miércoles, 1 de agosto de 2012

LA ESQUELETA




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LA ESQUELETA

Sarago, artista plástico, buscaba en un vertedero piezas metálicas que necesitaba para sus instalaciones. Pasando montones de escombros tuvo una desagradable sorpresa: tirado en una hondonada yacía un esqueleto rodeado de desperdicios.

Sarogo se estremeció. Aunque se recuperó enseguida dominado por el encanto del horror, y se acercó.

Había sido un cuerpo grande, los huesos permanecían extrañamente pegados, al cráneo le daba el sol y presentaba luces inquietantes en su interior.

Lo estuvo observando unos minutos. Bueno, luego llamaría a la policía, ahora debía seguir buscando material.

Abandonó el lugar un poco temeroso y continuó escudriñando entre los escombros. Estaba destripando una pieza metálica cuando una sombra macabra se proyectó a su lado. Se volvió y ¡horror!, allí estaba el esqueleto, en pié, jirones de ropa podrida le colgaban de los huesos, movía la mandíbula como si se lo fuera a comer.

-¡Mierda!

Cogió una madera para defenderse. Sin embargo el esqueleto no se movió. Siguió chasqueando los dientes, le apuntó con la mano y dijo:

- Hrrr... Mis huesos son de mujer, ¿no quieres joder conmigo?

- ¡Nooooo!

Sarogo retrocedió más y echó a correr por los montones de escombros. Atrás se oía la risa de la Esqueleta...

- Jojojojo...



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LOS CRÍMENES DE LA ESQUELETA

Un suceso luctuoso tuvo lugar en la zona sur-este, en los límites siempre conflictivos que separan la ciudad de los descampados. Un cuerpo apareció debajo de una torre de alta tensión.

Fue hallado por un atleta aficionado y su perro: un hombre muerto, al parecer, violentamente. La policía acudió al lugar y examinó el cadáver: efectivamente, tenía un objeto clavado en el pecho, a la altura del corazón.

La autopsia reveló que dicho objeto era un hueso afilado y curvo: una costilla.



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LA ESQUELETA, UN CRIMEN NECESARIO

La Esqueleta se arrastraba penosamente: le faltaba el fémur de la pierna izquierda.

Sorprendió a una pareja que hacía el amor en el descampado. Se arrojó sobre ellos y le clavó una costilla afilada al hombre que se retorció compulsivamente.

Lo apartó y se enfrentó a la mujer desnuda: necesitaba su fémur izquierdo. Tomó un afilado peroné y se lo clavó salvajemente en el corazón. La mujer se estremeció como en el sexo final.

Entonces la Esqueleta le desgarró la pierna, escarbó en la carne, cortó tendones, manipuló sobre la sangre y los ligamentos hasta extraer el precioso hueso que necesitaba. Se lo colocó en su pierna izquierda, se levantó y se alejó del lugar renqueante.

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