viernes, 10 de agosto de 2012

CUENTOS PERDIDOS




CUENTOS PERDIDOS I

Hubo una vez que yo escribía tantos cuentos que algunos se me perdían. Escribía en cualquier parte, allí donde se me ocurriera algo o recibiera inspiración directa.

Estaba obsesionado. Es psicosis la concentración. Llega uno a usar papeles increíbles: el revés de la plata de las cajetillas de tabaco, servilletas de papel, recortes de periódico, trozos de folio, reverso de propaganda, sobres, hojas de agenda, recetas, impresos, postales, apuntes, entre líneas de un texto mecanografiado...

Comienzas a sacar papeles de los bolsillos y alucinas: frases, notas, paridas, poemas, fragmentos, desarrollos, esquemas, completos, ¿qué sé yo?...

Y los hay que se caen, se traspapelan, se olvidan, se tiran con otros papeles, se meten en la lavadora...

Y todas las ideas que contenían, al carajo.

Una vez recuperé de un pantalón lavado un cuento escrito en servilletas de papel en un bar. Estaba hecho una bola. Comencé a despegarlo, se rompía por todos lados y se había borrado. Sólo quedaban tenues manchas de tinta expandida. Cuerpo sin alma. La idea al olvido, perdida...



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CUENTOS PERDIDOS II

Los cuentos perdidos no saben gritar, si no me llamarían.

Yo sé que los creé, que los escribí en alguna parte.

Y desaparecieron.

Gotas de mi imaginación ruedan por ahí en papeles muertos.

Cuerpo perdido, alma al olvido.

¿Desaparecieron?

Yo sé que si los cuentos perdidos supieran gritar, me llamarían.


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