jueves, 2 de agosto de 2012

ERECTEITOR Y OTROS CUENTOS




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ERECTEITOR Y OTROS CUENTOS

Un día me contaron la siguiente historia:

Un turista japonés llamado Sakio vino a Madrid de vacaciones. Aficionado lector al ocio de la capital, comenzó visitando el Prado, las terrazas nocturnas, la parte vieja y su plaza Mayor, hasta recalar, finalmente en la plaza de toros de las Ventas.

Sakio conocía la fiesta de oídas. Amante de las artes marciales y la cultura samurai, sufrió un tremendo choque al contemplar en vivo tamaña exhibición de fuerza, sangre y sacrificio. Preparado para el paganismo que destila el país, asistió al espectáculo con creciente excitación. Una excitación que acabó trasladándose a su sexo. Y en el quinto toro, tras un espléndido par de banderillas, el astado empitonó al torero, le corneó en el suelo y lo zarandeó sin miramientos. Sakio no pudo aguantar más la tremenda erección y acabó corriéndose, arropado por los alaridos del público.

Ya más calmado pudo ver que al diestro no le había sucedido nada, sólo el susto, siguió con la faena, estoqueó al toro y dio la vuelta al ruedo.

Sakio abandonó la plaza con la erección a cuestas. Fue al hotel, se metió en la ducha y siguió igual. Se vistió y salió a dar un paseo. Foto aquí, foto allá. Nada, la erección continuaba importunándole. ¿Qué estupidez era aquella?

Cerca de Sol localizó una zona de prostitución, así se podría arreglar aquello, buscó una bonita y la contrató.

Pero después de dos polvos seguía igual. Aquello era demasiado. Volvió al hotel, se metió en la cama e intentó dormir. Era la mejor manera, olvidarse del tema. Se durmió al poco, agotado por las emociones del día.

Por la mañana todo seguía igual. La punta del glande, amoratada, le dolía. Se asustó y anduvo toda la jornada preocupado, en los museos, tapeando por la mañana, a media tarde en las calles, en las terrazas y bares de la noche, un dolor cada vez más intenso, una angustiosa sensación, una incredulidad, espanto al vérsela morada azul negra...

Acudió en taxi a un hospital...

- ¿Se la cortaron?

- No sé como acabó.

- Se la cortaron.

- No creo, hay remedios para eso, incluso microcirugía.

- Es un cuento.

- Es cierto.

- Que no, es como la que tuvo un hijo negro por irse la despedida de soltera de juerga...

- O el que clavó la chaqueta en la tapia del cementerio…

- O el cazador que mató siete leones en un claro de la selva…

- O la chica fantasma de la carretera…

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