martes, 31 de julio de 2012

EL LIBRO INEXISTENTE




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EL LIBRO INEXISTENTE

Novela policiaca que cuenta la historia de un asesino de película que sale de la pantalla, mata y vuelve al film. Es un actor secundario, actúa sin que se le descubra, sombra emboscada en la oscuridad que, cometido el crimen se escabulle y se mete de nuevo en su papel.

Cuando acaba la sesión sale todo el mundo, un acomodador llama al muerto creyendo que está dormido. Se avisa a la policía y al juez. Es claro que ha sido estrangulado. Comienzan las pesquisas, se interroga al personal de la sala y se localiza a varias personas que estuvieron en ella cuando ocurrió el asesinato. Nadie vio nada, nadie oyó nada.

A la semana siguiente el asesino actúa de nuevo: un ligero temblor en la pantalla, casi imperceptible, una sombra que baja al patio de butacas, un solitario estrangulado con una cinta de seda. La policía, el juez, el forense, interrogatorios. Todo igual.

A la semana se repite y se cierra el cine.

Pero la película pasa a otras salas y vuelve a ocurrir. La policía está desconcertada, los periódicos se ocupan del asunto con gran sensacionalismo. Varios casos más se suceden en otros cines. Ninguna pista, ningún sospechoso. El negocio de exhibición de películas cae en picado. Se contrata a detectives y guardias de seguridad. Un nuevo caso en un cine de las afueras. El pánico se desata, las salas se vacían...

A estas alturas de la novela, el cine se ha convertido en un espectáculo marginal, la gente se refugia en sus videos... ¿Cómo continuar? Es el asesino perfecto, sus móviles están claros: es un fracasado, busca venganza, tanto del cine mismo en el que no triunfó, como de los espectadores que no supieron verlo. Ahora tendrán su merecido, el uno y los otros...

Pero una novela policiaca no termina así y además matando al cine. Tiene que buscar una solución, un final en el que todo vuelva al orden, que de eso es, en definitiva, de lo que trata el género policiaco. ¿Cómo hacerlo? ¡Cómo terminar?

El autor se revuelve como una fiera enjaulada. ¡Está en blanco! Bloqueado. Se le ocurren muchos finales pero todos malos. El más lógico es ese en el que el asesino falla y la víctima grita: ¡socorro!, ¡socorro! Se arma un alboroto, se encienden las luces y se interrumpe la proyección. El criminal es sorprendido abalanzándose sobre la pantalla. Se le acorrala y atrapa... Pero es vulgar. Tiene que buscar algo mejor.

El autor sale a la calle y pasea por la ciudad, despeja la mente, necesita un final mejor, más sutil, su asesino es muy bueno, puede dejarlo libre aunque descubierto y perseguido en todas las películas, se le intenta eliminar, etc., etc...

Se acerca a una zona de cines. El novelista mira las colas y gruñe.

¿Ha querido acabar con el espectáculo? Aunque solo fuera mentalmente, así es. Pero bueno, sólo es una novela.

Decide sacar una entrada y meterse en una película para inspirarse, a ver si se le aclaran las ideas y resuelve el final de su novela. Se mete en la sala. Todo es como en su libro: ambiente cálido en los vestíbulos, la gente sosegada, algunos apuran una cerveza o toman café en el bar, compran golosinas, palomitas, etc. Las parejas se besuquean, ríen, se pasan confidencias. Así es el cine y no ese antro de terror en el que él lo ha convertido.

Bueno, es literatura, en muchas películas ocurren cosas parecidas y peores.

Comienza la proyección. No se le ha ocurrido nada. Cualquiera de las ideas anteriores continúa sirviendo.

De pronto la pantalla se mueve levemente, como cuando el asesino de su novela sale al patio de butacas, una sombra baja aprovechando la oscuridad... ¡Tonterías! Pasa el tiempo. Está metido en la historia cuando le atrapan el cuello por detrás con una cinta de seda.

-¿Con que querías acabar con nosotros, eh?

Y aprieta, aprieta. No puede soltarse, no puede coger la cinta de seda que se hunde en su piel y le estrangula...

El asesino vuelve a la película sin que nadie note nada.

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