jueves, 19 de julio de 2012

CONFESIÓN


201

CONFESIÓN  I

- Es la última vez que te absuelvo. Pecas demasiado y no te arrepientes. Esto no es una oficina a la que uno va a echar unos impresos. Hay que hacer propósito de enmienda. No vale decir:

Ya no sodomizaré más a mi mujer. ¡Hay que dejar de hacerlo! Esa clase de sexo debe terminar, concluir de una vez por todas. Te estás envileciendo y envileces a tu esposa. La lujuria es la mayor fuente de pecado...Y si uno no se arrepiente, si no está dispuesto a dejarlo, no hace falta que se confiese. Te estás burlando de la religión y del sacramento de la confesión al usarlo de esta manera. ¡Es la última vez que te absuelvo! ¡Búscate otro confesor!



202

CONFESIÓN  II

- Bien hija, ¿como sigue lo de tu marido?

- Igual.

- ¡Estás en pecado mortal!

- Lo sé padre, pero no sé como evitarlo.

- ¿Le dijiste lo que te recomendé?

- Si, pero luego las cosas no son como aquí. En el dormitorio la pasión se enciende y somos presa del desvarío.

- Te insté a resistir.

- Si resisto lo que puedo.

- ¿Y él qué dice?

- Se pierde conmigo.

- ¿Cual es la razón de que dos cristianos se abandonen a tan nefandas prácticas?

- Quiere poseerme de todas las maneras. Yo intento calmarlo pero no tengo fuerzas para resistir a sus besos y caricias. En sus brazos me olvido del mundo. Me digo, vamos bien, es el santo matrimonio, nuestro amor santifica a Dios. Cuando quiera desviarse lo evitaré. Para entonces ya estoy rendida, lo sé, ha tomado de mí lo que ha querido y yo he consentido, incluso le he incitado con mi deseo. Me penetra por delante y me hace gozar. Y yo sé que voy bien, que estoy santificando a Dios...

- Pero es que luego, para el pecado nefando, hay que darse la vuelta.

- Depende, sí ó no, depende de como le apetezca...

- ¡Estamos perdidos! Si no hay que darse la vuelta, en un descuido... ¿Pero si te pide que te des la vuelta, te negarás?

- Nooo...

- ¿Cómo que no?

- No, padre, no he podido. Y fíjese que, olvidada de mí, cuando me lo propone, recuerdo sus advertencias y quiero hacerme la remolona, abrazarme a él para que continúe por el camino recto. Pero me sonríe con tanto cariño y amor que accedo de buena gana, me doy la vuelta para que me disfrute y lo hace con delectación. Lo noto, se aprieta a mi cuerpo y me dice las cosas más tiernas y excitantes. Le mentiría, padre, si le dijera que no disfruto con él...

- ¡Estás en grave pecado mortal!

- ¿Qué puedo hacer? Soy su mujer y satisfacerle es mi deber. Está perdidamente enamorado de mí, tengo que darle lo que me pide...

- ¡No todo! ¡No de esa manera!

- Los hombres tienen ese instinto de posesión sexual y las mujeres se lo satisfacemos. Yo tengo que hacerlo. No necesitará nada fuera de mí.

- No muestras signos de arrepentimiento.

- Padre, una crisis sexual significaría una crisis matrimonial...

- No es limpio lo que hacéis, ni sano, ni santo.

- Usted no comprende las necesidades de un matrimonio.

- ¡Dios tampoco!

- Con todo, tengo que satisfacer a mi hombre.

- Y disfrutas con ello. No eres inocente, seguro que le provocas. Eres impura, te complace el pecado, no puedo darte la absolución. Vete.

- Usted no comprende...

- ¡Vete!

No hay comentarios:

Publicar un comentario