martes, 26 de junio de 2012

TAUROMAQUIA


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TAUROMAQUIA

Nada más salir el toro del toril, "El Quillo" se empalmó. Le sucedía con frecuencia. Salió a recibir: una verónica redonda, y la taleguilla se le abultó al máximo.

-¡Cuidado con la taleguilla, Maestro! - le dijo el mozo de espadas viendo lo lustroso de la faena.

Lo conocía bien. Esos reflejos sexuales era mejor cortarlos de cuajo pues podían ser causantes de un percance grave.

Dejó al toro en el caballo y se dirigió a las tablas a refrescarse. Observó al astado empujar como un macho berraco y sintió la erección fantástica apretándole el traje, sobresaliéndole.

-¡Relájese, Maestro, relájese!

Puso un par de banderillas que penetraron como dos falos sangrientos. Cambiando el tercio se fue hacia el toro superexcitado. Pase va, pase viene, hondos, sentidos, dominantes. El público aplaude a rabiar. Exhibe su ingle ante las astas, el miembro abultado bajo la tela... ¡Si llegara a rozar!... ¡Que llega! ¡Que llega! El toro mueve la cabeza hacia abajo. Toda la energía concentrada en un punto que queda anhelante, frustrada...

Embiste. Pase de pecho. ¡Hay que arrimarse! ¡Hay que arrimarse! Hasta tocarlo con la única cosa que desea. Se arrima una y otra vez, como nunca, hasta sentir el aire de su cuerpo quemándole el vientre. La faena de las faenas.

El público jadea como una amante satisfecha...

Y al final, frustrado, empalmado hasta el alma, entra a matar desconcentrado, suicida, encontrándose con él y corriéndose en un orgasmo sangriento, caliente, destructivo, llevándose una tremenda cornada que le deshace el miembro.

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