martes, 26 de junio de 2012

LA NEOGRAVEDAD





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INVESTIGACIÓN SECRETA. LA NEOGRAVEDAD

El Eterno fue avisado por teléfono de que la Máquina estaba a punto. Colgó aliviado. Llevaba varios meses sustrayendo material de la empresa y proporcionándoselo a aquel grupo de calaveras, investigadores por cuenta propia, embarcados en la quimera de construir una máquina antigravedad.

No se creyó nada. Cuando viera la manzana caída del árbol, volver a su sitio, les escucharía algo, les prestaría un mínimo de atención, antes de descubrir su truco y mandarlos a tomar por culo definitivamente.

Y es que llevaban un año jodiéndole. Paco sobre todo, su más constante amigo desde los tiempos de la escuela de ingeniería y de después. Lo habían sobornado como a un político de tercera. Sacó sus buenas tajadas, pero al precio de estar constantemente en vilo. Si llegaran a descubrir la cantidad de material sustraído se le caería algo más que el pelo.

El Eterno resopló como quitándose un peso de encima. Solo le quedaba ir a ver el invento en cuestión antes de olvidarse por completo del asunto.

Salió del trabajo a la hora acostumbrada. Cogió el coche y se dirigió a la zona industrial del sur-este, a una fábrica abandonada situada entre una maraña de vías férreas. El paisaje postindustrial se le echó encima de repente: caserones negros, almacenes, factorías cerradas, depósitos de combustibles, tendidos eléctricos, largas tapias oscurecidas por el humo de decenios. Dio varias vueltas hasta llegar al lugar indicado.

Se bajó del auto y tocó el timbre del portero automático. Tras identificarse, una voz le conminó:

-¡Sigue la flecha, Eterno!

Se abrió la puerta. Entró despacio, tocó el claxon varias veces. El conjunto de edificios era enorme. Fue hasta la entrada principal. No había nadie a la vista, la soledad del recinto estaba acorde con el secretismo extremo con que aquellos cabrones llevaban a cabo el experimento.

Aparcó. Se bajó del coche, subió unas cuantas escaleras, franqueó la puerta y se encontró en un amplio recibidor absolutamente vacío y casi a oscuras. Dudó un poco. A la derecha se abría un pasillo iluminado débilmente por una escuálida bombilla. Echó a andar hacia él. Era largo y estaba muy deteriorado, tanto el piso como las paredes y el techo. Rastros de humedades se veían por doquier. Todas las puertas estaban cerradas. Luces amarillas le indicaban el camino.

El pasillo dio varias vueltas, desembocó en ensanches que servían de puestos de control en el pasado, de ahí salían otros pasillos en varias direcciones. Pero siempre, aquellas bombillas encendidas le indicaban el camino.

Subió unas angostas escaleras de caracol que acababan en otra galería algo más amplia aunque igual de abandonada. De pronto, tras un recodo se encontró con un vestíbulo amplio, diez o doce ventanillas daban a lo que parecía una antigua oficina. La hilera de bombillas acababa encima de una puerta de seguridad.

Se acercó. Aquellos cabrones tramaban algo, tanto suspense no era normal. La puerta no tenia manivela, en su tiempo debía abrirse a control remoto. Empujó. Sonó: cloc-cloc-cloc-cloc...Empujó fuerte y se abrió a la oscuridad.

El Eterno dio un paso al frente. Entonces las luces se encendieron con un fogonazo, cayó hacia adelante, trastabillándose, la puerta se cerró y él fue absorbido, increíblemente hacia arriba, trasladándose por el aire en una inmensa nave cerrada herméticamente...

Se sintió mareado, con nauseas. Cuando estuvo casi en el centro de la estancia descubrió a los ingenieros calaveras que se desternillaban de risa y aullaban regocijados tras una gran cristalera. Le pusieron música.

-¡Eh, Eterno, vuelas como un cerdo!

-Jia-jia-jia

Miró a un lado y a otro. Por encima de él descubrió, asombrado, a una chica casi desnuda.

-¡Tíratela, Eterno!

-Jia-jia-jia.

- Es el regalo por tu cooperación.

-¡Esto es mejor que la manzana!

-¿Vamos, vamos, tíratela, Eterno!

Claro que sí... Sin embargo no era capaz de desplazarse hacia ella, ni sabia cómo había llegado hasta allí. La chica se le acercó, era del montón, aunque a él siempre le habían gustado las del montón. Ella se acabó de desnudar para demostrarle como se hacia. Pero ni así. Tuvo que ayudarle.

Abajo, los ingenieros seguían con el cachondeo. Cachondeo que aumentó de calibre cuando el Eterno, libre de ropas, se pudo acoplar a la chica. Hacer el amor en ingravidez no es fácil.

- Así lo hacen las ballenas, Eterno.

- Jo jo jo.

- Jia jia jia.

-¡Vamos a hacerte una película porno!

- Jo jo jo ...

Cuando acabaron los depositaron en el suelo. Se vistieron y salieron hacia la sala de control. Los ingenieros recibieron al Eterno entre carcajadas.

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