lunes, 25 de junio de 2012

EL LIBRO INFINITO


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EL LIBRO INFINITO (L.I.)

En la construcción del L.I. se embarcó la Universidad Comercial de Modelo. La cuestión era simple. Bastaría conectar todas las memorias de las bibliotecas, archivos, fondos editoriales, etc. Con unos simples botones se tendría a disposición del público toda la información escrita del presente y del pasado.

Para disponer de tamaño adelanto bastaba con crear dicho Libro.
Fue fácil. Se habilitó para ello un gigantesco edificio vacío que había sido fabrica de órganos, y en él se instaló la Computadora Especialista Gradual Abierta, con posibilidad de crecimiento multipolar y capacidad creadora autónoma.

Las instalaciones podían extenderse a lo alto, hacia el cielo de la ciudad y hacia el suelo del planeta metálico.

La carrera al infinito había comenzado y con ella la leyenda del libro vampiro. Ya que, dotado de poderes especiales y criterio propio para la creación, todo lo invadía; se introducía en las terminales de las oficinas, comunicaciones, empresas, particulares, etc., y absorbía lo que le interesaba.

Su voracidad se hizo proverbial, el crecimiento de las instalaciones, inevitable. Tanto, que la silueta del edificio se hizo característica en la línea del cielo de la ciudad, como la Casa de los Espíritus y otros; aun más este ya que al crecer hacia abajo fue la primera estructura visible sobresaliendo de la base de la ciudad asteroide, en la Línea del Suelo.

Se bromeaba con la capacidad del engendro. Se decía que se había escrito tanto y tanto se escribía aún que el infinito quedaba al alcance de la mano.

Sin embargo, Migra, uno de los ingenieros que alimentaba el engendro, pensaba que no se podría cubrir el infinito, ya que no podía escribirse mas que vidas humanas ha habido para leer.

El hombre ha vivido más que ha escrito, esa era la primera barrera que había que superar y a la que aún no se ha llegado...

Sólo si las máquinas escribiesen, solo si el propio L.I. programado como un sistema de retroalimentación positiva se dedicara a la literatura, se podría pensar que la tendencia al infinito seria matemáticamente real.

Migra tecleaba distraídamente y le salían en pantalla sus propios versos:



Vivo más que escribo.

Soy agente del cociente,

un simple dependiente

del infinito esquivo...

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