viernes, 29 de junio de 2012

FANTASÍA HERÓICA




77


FANTASÍA HERÓICA

Corella fue condenado a muerte. Había violado las leyes del pueblo Ivis. Su crimen era nefando, era un guerrero sin honor, un ciudadano que jamás podría usar la política en la ciudad estado.

Fue juzgado entre la indiferencia general y, para escarnio suyo y espectáculo de curiosos, condenado a la “muerte descendente”.

Corella fue llevado al pie del Pozo de Cristal y atado a la base de un antiquísimo dolmen tridente que servía de puerta al viaje ejecutor. Allí estaría hasta el amanecer en que sería cumplida la sentencia. Todos los turnos de guardia le dieron de comer y beber aunque no intercambiaron ni una palabra con él.

Desde el inmenso acantilado que caía sobre precipicios insondables, miraba su tierra, envuelta en la oscuridad, por última vez: la ciudad de Ivis, la de murallas naturales, encaramada en lo alto de un pico. Tenues resplandores le traen signos de una vida que le será ajena al alba.

Detrás de la ciudad, se alza la cumbre sagrada de los tres dioses, dominando los resplandores nocturnos de la urbe. ¡Las tres deidades le habían abandonado hacía tiempo! EL Sol, representante de todo lo que existe por encima de las cosas humanas, el Toro, representante de todo lo que existe por debajo de las cosas humanas, y el espíritu de la ciudad de Ivis, representante de las cosas humanas.

Corella estaba en el tercer pico que formaba la clásica configuración de la ciudad y por la que era conocida en el mundo como “la ciudad de los tres picos”. En este tercer pico estaba el pozo de la “muerte descendente”.

Corella había sido encontrado culpable de cobardía, dejación de sus deberes militares y huida bochornosa. Era el jefe de escolta de un convoy comercial que fue asaltado por bandidos. Una catástrofe.

Corella se salvó escapando sin luchar y volvió a Ivis creyendo ser el único superviviente y contando a la asamblea una historia semiinventada. Todo fue bien hasta que apareció otro superviviente, aún convaleciente de sus heridas y denunció el comportamiento de Corella. Los comerciantes, ciudadanos particulares, el estado y todos cuantos habían preparado la caravana, se dirigieron a la asamblea en demanda de castigo para el jefe de la escolta. Y sus peticiones fueron atendidas…

Pero nada de esto le importaba ya a Corella. Había salido la luna, llena y mágica, que le dio en el rostro, iluminó el Pozo de cristal cuyo resplandor lo bañó con su luz siniestra. Palpitaba por él, lo atraía…

Recordó lo que las leyendas antiguas contaban sobre el Pozo de Hielo: los fundadores de la ciudad llegaron del sur y desde la llanura descubrieron los tres picos. El del centro llamaba la atención por la disposición de las rocas en forma de muralla. Subieron hasta él y decidieron fundar la ciudad de Ivis en lugar tan ventajoso.

En los días siguientes exploraron los otros picos, el del norte era de una singular belleza y en él se acordó levantar un complejo religioso en honor a los dioses protectores de los ivis .

En el pico del sur encontraron un pozo de cristal tras una puerta singular, un dolmen tridente. Uno de los exploradores resbaló y se precipitó en el Pozo, desapareciendo. No regresó jamás. Se le buscó por barrancos, cañones, grietas y quebradas; en vano. Se lo había tragado la tierra.

El tercer pico fue considerado maldito, se cortaron los accesos dejando un franja de tierra por la que se llagaba desde la ciudad. El camino hasta la muralla fue elevado con un viaducto y la puerta que daba acceso a la ciudad permanecía siempre cerrada. Sólo los sacerdotes, los políticos autorizados o algún científico se acercaban, cada uno con sus fines.

En los primeros tiempos se investigó todo lo que se pudo: el círculo de cristal helado tenía unos treinta metros de diámetro, en un principio se trató de ver qué había debajo y se rompió arrojándole piedras. Sólo descubrieron un hueco, más o menos grande según la cantidad de rocas que echaran dentro. El cristal estaba formado por capas laminares de agua helada, separadas unos pocos centímetros unas de otras. Estas capas se reconstruían lentamente, como si una fuerza interior empujara al velo cristalino a tapar el agujero. Pronto quedaba todo reconstruido y el Pozo volvía a tener el aspecto de siempre.

Se arrojaron animales a su interior, ninguno volvió. Hace cientos de años, refiere la leyenda, que un perro, condenado con su dueño, regresó de la “muerte descendente”… Pero sólo es una leyenda de hace cientos de años. Ningún hombre ha vuelto.

El Pozo fue elegido como lugar de ejecución durante una guerra civil, los dos bandos lograron apoderarse de él durante la contienda y lo usaron para ejecutar a sus enemigos sin contemplaciones. Después se reservó para los extranjeros y más adelante para cualquier tipo de delito, siempre que la asamblea lo decidiese… Era el caso de Corella.

La luna caía vertical sobre el pozo como sobre un lago tranquilo, un extraño conjuro parecía tener lugar, una ventana superreal se abría a un nuevo mundo. Quizás esperase algo debajo, un nuevo país, una nueva vida…

La noche avanza, todos los ruidos se clavan en el corazón de Corella. Las estrellas se apagan con un soplo de azul, el sol llegará a helar el corazón de Corella, los recuerdos se apelotonan como fantasmas ante la claridad…

Comienza el movimiento. A lo lejos ve avanzar desde Ivis, sobre el viaducto que se apoya en la muralla, una procesión que se dirige hacia él. Vienen a verlo caer, se acercan todos los curiosos de la ciudad, se desparraman por los alrededores buscando el mejor sitio para contemplar el descenso.

Las sombras se alejan, los murmullos aumentan, el oriente estalla en resplandores súbitos, brillos magníficos se expanden por el aire. Primero es una tenue luz naranja la que da en la cara del condenado. Poco a poco el dolmen se ilumina y toma un aspecto amenazador, los rayos del astro rey se concretan, inciden sobre el pozo estallando en todas direcciones. Amaneció. Es el momento. Corella no puede evitar un suspiro que denota agotamiento.

Los guardias se acercan y lo desatan. Lo conducen entre lanzas hasta un lazo que pende de un mástil colocado en oblicuo sobre un carro. Ya conoce el sistema, él tambien fue un curioso en alguna ejecución…

Sube resuelto al trampolín. Lo izan, empujan el carro hasta el borde y lo sueltan. Por fuerza pendular va y viene. Con lanzas le amenacen para que cese las oscilaciones. El recorrido se acorta enseguida y queda sobre el centro del pozo.

- ¡Salta, cobarde, salta! - Le gritan de todas partes.

Pero Corella se aferra a la cuerda con ahínco y permanece suspendido sobre la superficie de hielo.

El juez presente ordena actuar a los soldados. Uno sube por el mástil con una espada en el cinto. Corella lo mira y mira el agujero que va a tragárselo y no puede reprimir un enésimo escalofrío ante la nada blanca sobre la que cuelga.

El soldado llega hasta la soga y la corta de un tajo. Corella cae y se estrella contra la superficie de cristal helado ante el aullido de gozo de los presentes:



Estampido… El guerrero gravitando… Gira… Cortes e impactos…

Aturdido… Penetrando en la caída… Ciego de dolor…

Gira… El cielo, las otras presencias riendo, alejándose…

Gira… Penetrando, ojos oscuros, un golpe imposible…

Ya cae como una piedra. Una imposible flotación, roce, freno…

Algo sublime le amortigua cayendo, como si fuera a ser posible posarse en un paraíso perdido…

Cruza el cielo como un rayo olvidado, pájaros soñados…

Choques distanciándose… Sorbodolor…

Gira… Gira… Se espesan los impactos…Cae, cae, cae… Nada…

Cerrándose tras rodar… Sangre…Un tubo, un túnel, una bala olvidada…Un ovillo sin hilo…

Girando, cayendo, pesando sobre las finas capas que se rompen y le hunden en el abismo…

Capas de dolor, materia traspasable… Cometa agotándose…

Cayendo… Cayendo… Cayendo…

Ya no se puede caer más y se cae…

El pozo es aún más profundo…

Despierta absolutamente magullado, las ropas convertidas en harapos semidestruidos, una masa sanguinolenta todo lo que ve de su cuerpo.

Al hacerse consciente, al sentirse vivo se mueve para afirmarse y … Cae haciendo un hueco de dolor más abajo…

Inmóvil y despierto… Atento…No se puede mover ni un músculo, ni respirar… Atento… ¿Qué es esto? ¿Donde está? ¡Está vivo! Maldito cristal. Cristal frágil para hacer equilibrio: un poco más de presión mal repartida y… abajo.

Sólo han sido unos metros. ¡Qué dolor! Corella, está vivo. ¿Donde está?

Nada ha cambiado desde el principio, sólo que ahora está detenido, las placas aguantan…

Sale del agujero y se arrastra entre dos láminas. La de abajo se rompe a menudo, gira, los cuatro puntos cardinales: hay un lugar con luz más intensa que le atrae…

A poca distancia descubre el primer esqueleto… ¡Oh vida cruel, sigue en la muerte descendente!…

Otro escalón más abajo, otro hueco en la hiperdimensión, otro esqueleto…

Ya ha superado a dos, la carrera, la carrera, faro absoluto, faro del mundo… La claridad de la meta, débilmente hacia el centro, hacia el dios resplandor, débilmente… Pareja de esqueletos…Corredor… Rastros, huesos, reptando… Otra celda ocupada. Avanza, avanza…

Primero huía de los esqueletos, luego comenzó a contarlos… 11…15…19… Comenzó a acercarse a los que estaban en su nicho laminar… 30…40…50… para rebuscar entre los huesos algo que le pudiera servir: había muchos que tenían cosas, joyas, espadas, otros huesos, cofres, monedas, piedras, cosas incomprensibles… Al 68 le quitó un amuleto de entre las manos, había muerto apretándolo en el puño.

Él lo llevaría más lejos… Descubrió animales entre un grupo de esqueletos, un toro… Se hundió…

Contó cien esqueletos y se volvió a hundir… Avanzando, arrastrándose, camino sin sombras, la luz que todo lo llena y nunca cambia…

¡Oh afán ciego! ¡Esfuerzos superfluos! ¡Camino impracticable! La muerte descendente no es un juego, es un viaje. El 111 tiene un mensaje al lado. Está escrito con caracteres que desconoce. Lo mira: ha querido mirarle a los ojos… Iluso. Calavera a secas, calavera. Se le puede robar el mensaje. ¿Qué dirá este tonto?

No ha reconocido a nadie. Unos 10 habrá conocido arrojar al pozo en su vida… Él irá más allá del 113… Abajo.

Avanza un poco y … Abajo.

Pero él no se detendrá jamás…114…115… Pasa de largo…116…117… De largo…Lejos…Allí, enfrente, en varios estratos, una aglomeración de esqueletos, se acerca: ¡guerreros como él!. El jefe se sentó con modos de rey entre dos estratos, su calavera coronada yace en la lámina superior aprisionada por las vértebras, manteniendo todo el esqueleto sentado, tiene una espada en su regazo, de empuñadura de oro y brillantes… ¿Qué podría serle útil de este pequeño ejercito?…

Avanza, avanza, restos de hombres del pasado yacen a lo largo del camino, todos se dirigían al posible exterior… Corella igual… Avanza, pronto no quiere ver más que la fuente de luz que todo lo llena. Horas arrastrándose. La salida siempre igual de distante. Los esqueletos más escasos…

Cansado, agotado se durmió. Al despertarse le dolía todo el cuerpo pero no se movió. ¡Aún la muerte descendente! ¡Abajo! Gateó por el cristal y avanzó, avanzó. Pronto se sintió débil y agotado, pero aún así continuó en pos de la salida. Ahora los esqueletos escaseaban y difícilmente se los encontraba en su misma capa, a veces se acercaba a algunos, eran restos de impotencia.

Él iba lejos, estaba bien, atrapado, pero bien. Horas avanzando. La fuente de luz no parecía más lejos ni más cerca, igual de distante, igual de inalcanzable…

Se durmió nuevamente y al despertar, febril y descompuesto comenzó a reptar, frenético, avanzando entre los que habían quedado por el camino, avanzando, minutos sin detenerse, horas y horas arrastrándose hacia la luz divina…

Todo cambió casi de repente, alcanzó a ver formas imprecisas, como paredes de roca blanca fosforescente y allá, muy lejos, la entrada… Se movió como una serpiente que huye, adelante, adelante, horas arrastrándose, cayendo… Creyó ver el cielo azul, allá como un reflejo en el fondo de un pozo… Verdes resplandores, sonidos increíbles de vida, formas sublimes… Pensó que se salvaría de la muerte descendente… Hasta creyó distinguir la silueta cúbica de una ciudad. Una salida del Pozo como un espejo sobre la ciudad paraiso… Avanzó hacia ella resuelto… Abajo… Horas acercándose, inconcreto, alucinante…

Comenzó a sentir frío, la capa que lo sostenía se rompía con frecuencia, apenas avanzaba unos metros y caía, caía y se frenaba cada vez más abajo… Pronto, la salida de la cueva le quedaría baja y se iría al infierno… Y el frío, un frío insufrible…

¡Abajo! ¡Abajo! Parecía una burla cruel, un castigo de un ser malvadamente refinado. La salvación al alcance de la mano y ¡abajo!

Ya no avanza nada, abajo… Desesperado a la vista de la salvación… Encontró un último esqueleto. ¿Por qué había fracasado? Se acercó a él, no tenía nada especial, sí, estaba en posición fetal… Miró hacia adelante, creyó distinguir las torres de la ciudad, esplendorosas, inalcanzables, ¡abajo! Se empecinaba en mirar, abajo, se hundía irremisiblemente, pronto perdería de vista la línea del exterior, ¡abajo! ¡Condenada trampa!… Dejó de ver la ciudad, verdes, azules de deseo… ¡Abajo! Una ilusión que se aleja, el agujero del cielo que se pierde para siempre… Cayendo… Desanimado…

¡Pues que así sea! E hizo todos los esfuerzos necesarios para caer más y más… Y cayó…Llargos momentos de caída… Abajo…

Se despertó aturdido, muerto de frío. Miró a su alrededor: ¡aún la muerte descendente!… Encontró un cuerpo un poco más allá. Tambien había un foco de luz aquí. Inútil ir hacia él. Se acercó al cuerpo, estaba intacto, frío, congelado… Se desplazó hacia la fuente de luz, otros bultos salieron a su paso, un ejercito de reos congelados, guardianes del pozo de la muerte descendente… ¿Y más abajo? Inútil pensarlo. Estos habían llegado casi a la meta, habían contemplado la ciudad utópica, la salvación, ese era su castigo: la habían contemplado y habían sido tragados por la tierra… Todos estaban en posición fetal, ninguno pudo salir, las láminas no les habían aguantado…

Lejos, muy lejos, donde no se puede llegar, al final, al comienzo, quizás haya otra ciudad…

De pronto, helado, un frío indefendible que penetra en las entrañas… Tan cansado… ¡Qué fatiga tras tanta caída! ¡Tanta sangre perdida!… Helado… ¡Qué frío! ¡Qué cansancio! Hay que descansar para poder continuar… Detenerse y protegerse del frío, encogiéndose, acurrucándose como los demás guerreros, acurrucándose… Es lo mejor… Esto aguanta… Se podrá comer a uno tras una pequeña siesta… Debe descansar un poco… Descansar… descansar…



No hay comentarios:

Publicar un comentario