martes, 14 de agosto de 2012

EL AIRE DE LA CIUDAD HACE LIBRE





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EL AIRE DE LA CIUDAD HACE LIBRE

Pegado al polvo de la ciudad.

Las gotas de lluvia levantan burbujas explosivas.

Acelero sin querer por las calles del ayer.

Las ruedas del tiempo al acecho.

Tuerzo el volante hacía la nada,

rutina de hoy y de mañana.

Capas de luz sobre los edificios desconchados.

Monstruos de mi imaginación,

niebla perenne de conspiraciones.

Los hombres bajan a las aceras

para gastar los equilibrios del ser.

Gotas de placer controladas.

Consumo de miradas.

Tanta neurosis corona la libertad.

Pegado al polvo de la ciudad.

Intento sacudirme.

UN CUENTO CON BRUJA




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UN CUENTO CON BRUJA

Marga se acercó al Pozo Encantado y miró por el brocal: una figura de niebla se levantó del agua, subió rápido y la envolvió. Se la quiso quitar de encima a manotazos pero la asfixiaba.

Cayó al suelo y la vio: nube blanca, forma espectral, risa de las profundidades del alma más sucia:

- JAJAJAJAJA. ¡Te has visto! ¡Te has visto! ¡Soy uno de tus reflejos! ¡Te has visto! JAJAJAJA.

Y se disipó.

A ella le dio un ataque de histeria.

EL MITO DE LAS MARAVILLAS




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EL MITO DE LAS MARAVILLAS

Esto es maravilla,

la Virgen de la quilla.

Maravillas en las villas

museos y sillas.

Maravillas las Antillas,

la idea bombilla

y el abrigo de chinchilla.

Zapatos y zapatillas,

yates y bungavillas.

Magia de artistilla,

bola de camilla,

la llama de la cerilla

y el calor bajo sombrilla,

etcétera, etceterilla.

O sea, es común la maravilla,

lo cual la humilla

y a toda pastilla

la trastabilla

como a vulgar pardilla.

La ciencia es sencilla.

La ropa brilla

y la comida, comidilla.

Entonces no es tanta maravilla.

Común es la villa,

la silla,

y la técnica de astilla,

la costumbre de Sevilla

y el temblor de pantorrilla,

etcétera, etceterilla.

UNO DEL OESTE




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UNO DEL OESTE

Esto era en el Oeste que cinco tipos estaban jugando al póker.

En una jugada salen veinte ases.

Todos sacan las pistolas y se acusan.

Todos se insultan y disparan.

Pero las cinco balas chocan milagrosamente en el aire y caen sobre las cartas.

HISTORIA DE UN DOLOR




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HISTORIA DE UN DOLOR

Se despertó a la hora acostumbrada y sintió un fuerte dolor por encima de la ingle. Casi no se podía mover. Se incorporó a duras penas y comprobó que andaba fatal. Fue como pudo al baño y acabó de cerciorarse de que la cosa era seria: todos los movimientos de las extremidades inferiores estaban afectados por aquel terrible pinchazo en el pubis.

A medida que activó los músculos el dolor se le hizo soportable. Poco a poco lo relegó al desván de las molestias, una molestia persistente y enojosa presente en todos y cada uno de sus movimientos.

Cuando paraba un momento, al ponerse en marcha de nuevo volvía el dolor con su cruda intensidad.

¿Pero qué había pasado? No recordaba nada ¿De donde provenía aquello? Hizo memoria de los sucesos del día anterior y no daba con la causa. Por la tarde siguió igual. Por la noche fue al hospital a trabajar y habló con sus compañeras del tremendo dolor que tenía por encima del pubis. Le aconsejaron que la viera un ginecólogo. Localizó al de guardia que le hizo una exploración rápida y superficial: las molestias eran de origen muscular y externo, nada genital. Probablemente se debiera a un tirón en la inserción de la musculatura de la pared abdominal en el pubis. Antiinflamatorios y reposo.

Seguro que estaba en lo cierto, incluso le dolía al tocarse.

Trabajó toda la noche y volvió a casa rendida. El dolor continuaba molestándole, al mover las piernas, al usar los pedales del coche, al andar…

Y conduciendo creyó dar con la explicación: el día anterior tuvo que coger una caja de las baldas superiores de un armario y como no llegaba se estiró cuanto pudo y, en última instancia tiró todo su cuerpo hacía arriba forzándose al máximo, para alcanzar el objeto deseado. Lo consiguió y no pasó nada. No sintió nada, ni en el momento ni a lo largo del día. Solo por la mañana, al despertarse, sintió aquel fuerte dolor por encima de la ingle.

POEMA THRILLER




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POEMA THRILLER

Esto eran dos millones de malos y un poli americano.

Los malos estaban armados hasta los dientes

y el bueno sólo tenía su vieja pistola callejera.

Los malvados delinquían sin parar hasta que se toparon con el brazo de la ley.

Se organizó un tiroteo y cayeron más de mil.

Se le acosó sin tregua, intrépidos agentes cayeron en sus propias trampas.

Se le acosó como a una fiera. Se le acosó a conciencia.

Pero nada podía

con el bravo policía.

Bang, bang, bang, bang, bang…

Dos o tres mil menos.

Se descolgaba por los rascacielos,

a las cloacas bajaba,

a trenes y barcos subía,

doscientos o tres cientos muertos dejaba.

Aviones volaba

edificios estallaban a su paso

de capitán a soldado raso.

Artimañas y trucos

tretas de trabuco.

Miles y miles de malos temblaban y caían

Y millones de gargantas maldecían.

En hotel o convención

misa, bautizo y confesión,

decenas de entierros son.

Respirar y matar,

mirar y matar,

estornudar, escupir, mear, y matar

pedos y muñecos por los suelos.

¿Cómo se les ha ocurrido a esos millones de malos meterse con él?



Junta de La Gran Mafia. ¡Qué desastre! ¡Se va a enterar!

Están siendo barridos por una pistola callejera.

Continuamente llegan noticias de nuevas bajas:

el implacable justiciero

ha abatido a quinientos con una sola bala.

Asaltados almacenes, entregas, oficinas e instalaciones.

Nada puede con él, liquidador entre liquidadores.

Está limpiando el mundo de ratas. No ceja en su empeño, inasequible al desaliento:

Bang, bang, bang, bang, bang NNGGNNGGNNN…

Los malos caen desde los tejados, Banggggggg,

cristales en pedazos y en revuelto cae el apostado con su arma sofisticada…

POOAUMMMM, puñetazo mayestático aplasta dios,

¡Barrang bangbang!

Muerden el polvo y al barranco van

los del coche que cortaban el pan.

Armas automáticas,

masa violenta peripatética.

Incendios, carreras,

decisiones certeras

y cambios de rumbo.

Me tumbas o te tumbo.

Y limpiando el mundo, limpiando el mundo.

Y ya son menos

los memos.

Bang, bang, bang, bang…

Fichas de domino:

si caes tú caigo yo.

Tiene razón,

hay que llegar al corazón.

Bang, bang…

La pistola callejera, al rojo vivo.

Él es un divo

que se toma a broma el asunto y enciende cigarrillos en el cañón.

Cientos y miles abatidos sin compasión.

Este es un trabajo honrado,

millones y millones de malos tumbados.

Los jefes de la criminalada

se reúnen a la desesperada

buscando salvar sus caudales

de las manos de los leales.

Algo hay que hacer,

se debe detener

tanto desastre.

Hay que acabar con este lastre.

No se puede tolerar

que un fantoche justiciero nos venga a farolear.

Nuestro ocio

y negocio

este nos lo quiere estropear.

Entra un secretario alterado con una noticia terrorífica:

Cincuenta y cinco mil de los mejores hombres

han sucumbido en enfrentamientos con la pistola callejera.

Todos y cada uno de ellos recibieron un balazo en la frente.

Y se dirige hacía allí en estos momentos.

Se acerca abriéndose camino entre los guardias y las trampas.

Va a llegar y terminar con todos.

De nada les serviría

su sofisticada tecnología.

Bang, bang, bang…

Se está acercando,

a la guardia de la entrada derrotando,

vigilan las ventanas,

como de buena mañana.

Más veloz que una centella,

su rastro de luz deja huella,

dispara como un demonio,

barre hasta a San Antonio.

Tiros certeros

amargos y verdaderos.

Caen esbirros como moscas

bajo mirada tan hosca.

Despejados los alrededores,

suenan los tambores,

atraviesa la entrada

con maniobra arriesgada

La cosa se pone fea,

tonto el que no lo vea.

Y aunque cuentan con doscientos mil hombres en la Sede,

saben que nada pueden contra él, Bang, bang, bang,

y emprenden la huida, bang, bang, rebangbang…

Vestíbulo limpio,

cruenta ascensión,

cuerpos caídos

sin ton ni son.

Reventadas las puertas

destruida la decoración.

Sinfonía del vidrio,

Despanzurra máquinas y delirio,

conductos aplastados

y cuernos de venados,

ardiendo el mobiliario

tras la cara del patibulario…

La plana mayor de los quince o veinte millones de malos peligra.

Se dirigen en masa a la azotea.

Serán más rápidos que él.

Cogen los ascensores secretos.

Un monitor interno les mantiene informados de los acontecimientos:

sigue avanzando sin miramientos.

Bang, bang, bang…

Arrasados otros diez pisos.

Tragan saliva,

esto es un mal guiso

los quiere dejar como una criba.

De prisa, de prisa,

parece de risa,

allá van,

bang, bang y rebang.

Sesenta plantas en llamas,

lo oyen, les llama.

Están acojonados

detrás se oyen balas

y gritos desgarrados

explosiones y hombres al vacío lanzados.

Helicópteros en marcha

legiones y legiones.

Escapan por los pelos y en qué condiciones.

La pistola callejera llega casi a tiempo,

les apunta con el cañón humeante y… clic…se le ha terminado la munición.

¡Lastima! Podía haber acabado con todos los jefes de una vez.

Así, los veinte o treinta millones de malos no tendrían quien los dirigiera.

Otra vez será.

Miró a su alrededor, el sol se ponía sobre la ciudad,

el rascacielos ardía por los cuatro costados,

miles y miles de gángsteres no volverían a molestar a los honrados ciudadanos.

Sirenas de la policía ululaban abajo. A los superiores no les gustaban sus métodos.

Los helicópteros se pierden en el horizonte.

Deseó que explotaran en el aire, como en las películas.

Pero no ocurrió nada.

Treinta, cuarenta o cincuenta millones de malos aún tenían quien los dirija.

El trabajo continúa.

TIPO TEST




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TIPO TEST

(Ponga una cruz en verdadero)


1 -¿Usted es el que tiene Mas de Mil Cuentos?

a)Que no valen un pimiento.

b)De Periquito Sarmiento.

c)De na´ que hablo miento.



2 -¿Mil cuentos tienes tú?

a) Se t´ha fundi´o la lu´.

b) ¿Qué dices Rascayú?

c) Tururu tururu.

d) No dices ni mu.



3 -¿Miles y miles?

a) Sopas de fideo como raíles.

c) El aniquilo de Aquiles.

b) Tú a mí no me vaciles.

d) Cuchitril de cuchitriles.



4 -¿Usted cuenta con mil cuentos?

a) Cuento cuento.

b) Pues lo lamento.

C No tiene sentimientos.

d) Lo siento un pimiento.



5 -¿Cuenta cuentos?

a) Muy cruentos.

b) Cuenta quinientos.

c) De guasa y esperpento.

d) Cientos y cientos



6 – Cuento canto.

a) Cuanto quebranto.

b) Horror y espanto.

c) Vigilias de esperanto.

d) De carretera y manto



7 – Usted ronca diez.

a) ¡Qué decís, pardiez!

b) Su polla palidez.

c) ¿Quién da la vez?

d) El moro de Fez



8 – Tú me trabajas una docena.

a) A rajatabla.

b) A escribir lo que se habla.

c) Escribir es una condena.

d) El cuento de la verbena.



9 –Vigílame a esos cien.

a) A los del mal y del bien.

b) A los que lloran y ríen.

c) Y a los lectores también.

d) Y los demás de rehén.



10 – Así y todo va a sufrir.

a) Me lo veía venir.

b) De tanto subvertir.

c) Las maneras de escribir.

d) Que ase le va a prohibir.



11 -¡Nada de eso!

a) Que escriba para un queso.

b) Le falta peso.

c) Que coma seso.

d) Sexo, sexo.

e) Eso, eso.



12 -¿Y seguirá contando cuentos?

a) Miles y cientos.

b) Y no tiene escarmiento.

c) Cuenta sin miramientos.

d) El cuentista de Cadalso.

AVISO: Todo lo anterior puede ser falso.

PENSAMIENTOS POSCIENTÍFICOS





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PENSAMIENTOS POSCIENTÍFICOS

Enigmas incontables de la naturaleza y las estrellas.

Quimeras rebotan en la mente humana.

El infinito intuido y añorado.

La Tierra inicia la despedida.

Más allá de la tumba científica,

la energía del tiempo se desata sobre los hombres…

El universo quieren vestirse de piedad.

APRENDIENDO A LLORAR



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APRENDIENDO A LLORAR

Esto era algo que yo sabía hacer. Supongo que incluso llegué a dominarlo. Pero lo he olvidado. Y ahora me veo necesitado.

Lo pienso y encuentro que el proceso de olvido se desarrolló de manera natural. Es lógico. A medida que superas ciertas fases debes abandonar semejante exhibición. Por tu propio bien, según parece. Todos te empujan a ello y te lo recomiendan encarecidamente. Las frases, refranes y ejemplos sobre el tema abundan y son suficientemente contundentes. Es imprescindible lograrlo para situarte en la vida. Tus posibilidades competitivas se verían seriamente afectadas de persistir esta emoción desbordada. Tal es así que las últimas veces que ocurre sientes más vergüenza por no haber podido contenerte que por el motivo causal.

Luego, endurecido por la vida y la educación, no se puede ni siquiera imaginar semejante debilidad. Es impensable sucumbir a este desliz, por muy duros que sean los golpes recibidos.

Hasta que ahora, mucho después. Encallecidos todas las fibras del alma, resultó que lo necesitaba y no sabía llorar.

Hubo momentos, pérdidas de seres queridos en que lo intenté: una emoción indescriptible se apoderó de mi ánimo, una tensión desconocida, un ansia, unas ganas tremendas de desahogo físico y mental que sólo parecía descargable por el sencillo acto de llorar.

Me concentré, estaba en un estado propicio, los acontecimientos se habían precipitado sobre nosotros hasta la catástrofe, el dolor era insoportable. Me era muy necesario llorar, pero no lo conseguí.

Después, pasados esos amargos tragos, el asunto volvió a donde solía, no me preocupó lo más mínimo.

Hasta ahora que mi vida sin planes sufre la zozobra que merece. Un día, cuando comprendí que se cernían sobre mí los tormentos de la ruptura con una persona amada, sentí que muy probablemente, necesitaría de tan socorrido recurso. Y, puesto en situación, me concentré al máximo esperando que afloraran a mis ojos las lágrimas.

Pero no acudieron. Era patético, allí, pensando en los sufrimientos causados, trayendo a colación las desgracias del amante, compungido, triste hasta el extremo. Y nada.

Toda la carga emocional atascada, las fibras sensibles vibrando sin llorar, el esfuerzo, tan singular, sin recompensa.

¿Cómo se llora, entonces?

OTRO CUENTO SEXUAL




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OTRO CUENTO SEXUAL

En la película de la televisión, tras muchas intrigas, la chica se entregó. Se quitó la camiseta y luego el sujetador: unas fabulosas tetas se desparramaron sobre las manos del hombre...

Todas las mujeres presentes comenzaron a criticar y a quitar importancia a las tetas.

Mar y yo habíamos quedado para luego. Pululamos por la noche buscándonos el uno al otro. Hasta que, a cuento de las tetas de la televisión, lo conseguimos.

Comentaba el hecho comparándose. Los hombres alucinan con la pantalla y tienen a su alrededor mejor material. El suyo lo era.

Yo estaba de acuerdo. Me gustaba más y no me importaría comprobar su calidad.

Me tomó la palabra. Dijo que me lo mostraría muy a gusto.

Salimos del bar y nos metimos en un jardín de los alrededores. Cuando encontramos un lugar adecuado se sacó la blusa del pantalón, se quitó el sujetador, luego se desabrochó los botones de la blusa con suspense y dejó a mi vista unas espléndidas tetas. Como las de la película pero de verdad.

Me acerqué y le acaricié los pechos suaves y cálidos. Nos besamos apasionadamente. Ella y yo éramos un regalo mutuo. Nos escondimos más y nos dispusimos para disfrutar de nosotros.

EL PRIMER PARAISO



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EL PRIMER PARAISO

Seguimos en el Paraíso.

Nunca lo dejamos. Sin embargo, algo ocurrió que hizo que el hombre considerara a La Naturaleza su enemiga.

Sólo ahora, dominada hasta la extinción, nos damos cuenta de que nunca dejamos el Paraíso.

viernes, 10 de agosto de 2012

MILAGRO II





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MILAGRO II

¿Recuerdan aquel que le manaba agua del costado? Sí, de un lunar alterado. Agua milagrosa que curaba a los enfermos y que tuvo que huir agobiado por los desahuciados y moribundos. ¿Se acuerdan? Pues antes de recalar en Modelo, donde se deshidrató por completo, pasó por la colonia de Jaco en la que tuvo una curiosa aventura.

Y es que conoció a una mujer en el hotel donde se hospedaba. Trabaron conocimiento por casualidad, como ocurre tanto. Fugitivo sin destino, se sentía incapaz de comenzar otra vida y aquella persona pudo ligarlo de nuevo a la realidad y al tiempo verdadero.

Visitaron la ciudad y se dieron compañía en el claustrofóbico mundo de Jaco. Amantes efímeros que se consumen sin importar nada más, huyendo de la historia de cada cual para concentrarse en la creatividad de los instantes finales. Hasta que conoció el origen de sus desapegos: una enfermedad incurable.

Él, que no sabía si continuar allí o ir a otro sitio, le aumentó la confusión. Contemplaba a su amada y no sabía qué decisión tomar. Sabía que podía curarla, pero también que eso lo cambiaría todo entre ambos.

Entonces ideó una estrategia para darle a beber el agua que le manaba del costado. Nuestro hombre, muy experimentado en la recolección de la secreción, siempre llevaba el sistema recolector instalado y guardaba en botellas la cosecha que iba repartiendo al azar, a este, a otro, en un lugar común, a veces tirada como la lluvia a la multitud.

Como disponía de reservas suficientes no tuvo dificultad para proporcionarle a ella el agua necesaria, desde un simple vaso del fresco elemento, hasta mezclada con alcohol, en la comida, el café y otras formas comunes de ingerirla.

Resultó que al cabo de muy poco tiempo ella se curó. Fue a hacerse una revisión y los médicos no encontraron su grave dolencia. No se lo explicaban, había desaparecido, estaba completamente curada. Le hicieron todos los análisis, todas las pruebas, curada. Era una especie de milagro, le dijeron, incluso había rejuvenecido.

Necesariamente, pasar de tener una enfermedad incurable a estar sano, te cambia. Y esto le sucedió a ella. De pronto se vio fuerte y con energía, la vida adquiría un nuevo sentido, un futuro distinto se abría ante ella. Enseguida lo comprobó, física y mentalmente.

Y entonces sucedió que un día que se acercó hasta su amante, lo encontró débil, enfermizo, resignado, fugitivo de todas las pasiones, olvidado del mundo, espectador apenas de sus horas. Ya no eran iguales, ya nada les unía, sus expectativas eran totalmente diferentes.

Y le abandonó. Lo dejó solo en Jaco, ciudad opresiva y vigilante.

Una tarde él la vio partir y no le contó lo ocurrido, ¿para qué? No le creería. Y si le creyera, aún sería peor.

CRISIS DE AIRE






399

CRISIS DE AIRE

Ave Reitor sabía lo que se hacía cuando decretó:

- Infladme a ese.

Cogieron al desgraciado, le metieron un tubo en el esófago y se pusieron a inflarlo con una bomba de pie: plas, plas, plas, plas, plas… Se le hinchó la tripa en cinco minutos.

Comenzó a tirarse pedos pom, pom, pom Plas, plas, plas… La idea de Ave Reitor era que saliera el mismo aire que entraba, pom, pom, pom, plas, plas, plas…pom, pom, pom… La tripa como un bombo… Plas, plas, plas…pom, pom, pom…plas, plas, plas…

poff, poffff…plaass…pooff…pAAsss…Prrroooffff…Plas, plas…Pofff…plass…ploff…

El tipo tenía los ojos blancos, la barriga redonda, sudaba. Los operarios de Ave Reitor se protegían con mascarillas. Él contemplaba el espectáculo sentado tranquilamente a distancia.

Plass, plasss, plasss…Poooofff…Plasss…Pofffff…

- Más, más…

PLAAASsssssssss…Poooooooooooooooofffffff….PLASSSS…POOOOF FF…PLASSS…..PLOOOFF…pLASS…pLASSS…PLAS…PLASS…

PLOFF…PLOFFF…PLOFFF…PLAAAAAAASSSS….PLOFFFFFFFFFFFFFFF…

PLASSSSSSSSS…PLOOOFFFFFF…PLAASSSS…PLOFFFF…pLASSS…PLO FFF…

Ave Reitor saboreaba un vaso de vino…Plasss, plasss, plasss…

- AiiiiiiiJJJJ…

Plaaassss…El vientre timpánico, como un balón de playa…

El tipo emitía sonidos extraños. Parecía que no podía respirar.

Plass…plasss…Ploffffff…ploff…

-IIIIIiiiijjjjj…

PLAAAAASSSSS…PLAAASSSSSSS…PLAAAssssSSSSSS…

- Iiiiiiiii…

PLAASSSS…PLASSSS…PLASSSSS… …PLOOFFRrrrrr…

Prooffchchchchch…Parecía como si algo se hubiera roto dentro de él…PROOOFFFOOOooffffffffssss…

Le reventó la barriga y cayó al suelo fulminado.

Ave Reitor apuró el trago decepcionado.

EL ULTIMO DEL PURGATORIO







398

EL ULTIMO DEL PURGATORIO

Romeiro fue condenado por el Tribunal del Purgar a salir el último del Purgatorio. ¿Lo conocen ustedes, no? Ese lugar intermedio entre el Cielo y el Infierno al que van las almas no condenables, pero tampoco ideales para el Paraiso. En el Purgatorio deben pasar una etapa de purificación hasta quedar aptos para el goce eterno. El periodo y el tormento aplicable a las almas penitentes depende de sus culpas y el ánimo del Tribunal. Y siempre se ha dicho que desde un segundo a una eternidad. Entendiendo esto último como muchísimo tiempo, pero no todo el tiempo, ya que la auténtica Eternidad, la buena, pues dura para siempre.

Pues bien, a Romeiro le tocó la mala suerte de morirse e ir al Purgatorio por un tris, casi va al Infierno, muy mal caso el suyo, adjudicación de Castigo Especial, día chungo del jurado, folklore o lo que fuera. Total que le salió un castigo espectacular: ser el Ultimo del Purgatorio.

Lo que quería decir que ni rezos, ni intercesiones, ni Fin del Mundo, ni Juicio Final, ni límite de los Tiempos, se lo comía todo.

Llegaba la Armonía Divina y él, arrastrándose por el fango del Purgatorio. Porque esa es otra, el castigo consistía en arrastrarse indefinidamente por el Fango del Purgatorio con otros y otras como él.

Y pasaban los eones. Ya no había eras ni nada. Y no se sabe siquiera si pasaban los eones. Y él allí sufriendo torturas infames cada día nuevas y más refinadas. Para que luego digan que los eternos no pueden cambiar.

Y comenzaba a salir gente. Lo veías a diario: penitentes llorosos, infinitamente tristes y arrepentidos hasta la extenuación, se los llevaban al Cielo.

Romeiro no veía cuando se irían todos de tantos como había. Y se cogía unas depresiones espantosas. Una pecadora le decía:

- No desesperes, ten paciencia, ten paciencia.

Y venga eones de paciencia. Era un futuro Justo, uno de los salvados por la Gracia de Dios, debía comportarse…

Hasta que tras una cachiporrada de eones, llegó un momento en que quedaban pocos. Aunque era un Sin Lugar enorme, las almas se movían y comunicaban con rapidez. Se producían bajas, aunque cada vez menos.

Ahora son como un pueblo, se conocen todos. Cada uno que desaparece lo celebran.

Quedan pocos, cada vez menos. Pasan eones y eones. Y Romeiro arrastrándose por el fango de todas las podredumbres y pestilencias…

Eones y eones y eones…

Uno menos y otro y otro más… Eones y eones… Ya solo quedan cien… Millones de eones y eones, y cincuenta…Eones, veinticinco…Eones…eones…eones…eones…los diez últimos…

eones…eones…eones…eones…cinco…eones…cuatro…eones …eones…eones…eones…eones…tres…dos…uno, Romeiro…

Ya estaba sólo Romeiro en el Purgatorio…Eones y eones y eones.

Ya se había cumplido el requisito, el castigo podía tocar a su fin…Eones…eones y eones. Romeiro en el Purgatorio…

Y ahí se va a quedar, porque, ¿qué haríamos luego con el Purgatorio? ¿Lo eliminamos? ¿Es posible? ¿Qué se puede hacer con un Purgatorio vacío? No estoy del todo convencido de que se pueda eliminar. No sé, se podría hacer en Él otro mundo, o dárselo a los animales, que no tienen nada, para que no desaparezcan del todo… No sé, creo que no es bueno que haya solo Cielo e Infierno…

-¡Eh, tío, soy Romeiro! ¿No crees que ya está bien?

- ¿Eeh?

- Sí, que yo sirva para eso, ¿no crees que es demasiado?

- Joder, tío, a alguien le tiene que tocar.

- Me cagón todo ya, sacarme de aquí, que yo era el último pero no el pringao eterno.

- Nada, nada, tú te quedas ahí.

Y se quedó para siempre en el Purgatorio arrastrándose en el peor de los fangos…

- Jo, que duro, ¿no podría ir alguien a salvarlo, así como si nada? -me decía una conocida.

- No, no, eones, eones, eones…

- ¡Venga, hombre!

- ¡Que no!

- Venga.

- ¡Si se llama Romeiro!

- Que más da.

- Dejamé en paz ya, ¿eh?

- Botarate.

- ¡Que me dejes!




FRACTURA SUBCAPITAL DE HUMERO IZQUIERDO






397

FRACTURA SUBCAPITAL DE HUMERO IZQUIERDO

- Fuimos a tomar café y entramos en el mercado, un mercado donde hay frutas, verduras y tal. Fui a los servicios, y para ir a los servicios se baja por una rampa de acceso a los muelles de carga y descarga donde están los camiones del pescado, la carne, etc.

Bajé por la rampa, iba corriendo, bueno, iba de prisa, bajé por la rampa, pegué un resbalón, cogí impulso, me fui para arriba y ¡pumba!, me di la hostia en el hombro…

- Y entonces, al caer, ¿te dolió mucho?

- Un montón, tío, en el momento del impacto, un montón. Había por allí un señor en una furgoneta que fue a cogerme…

- Osea, que vio el batacazo que te pegabas.

- Si, si, me vio perfectamente… Le dije: quieto, quieto, ni me toques. Estuve allí un rato parado y le dije que llamara al chaval que iba conmigo, que estaba en la cafetería: llama a uno que está ahí tomándose un café y dile que venga para acá… Y así fue la historia.

- ¿Y dices que empezaste a sudar?

- Si, si, un sudor frío… Llegó el tío este y me levantó y le dije: vamos al bar que me tome una copa, me apetecía una copa, un licor de manzana, para recuperarme un poco porque me quedé muy pálido, hecho una mierda, unos sudores…

- ¿Y fuiste luego al hospital?

- Con mi fractura subcapital… Je je … Fui al autobús ya que estábamos trabajando en Moratalaz y…

- Y el brazo, ¿cómo lo llevabas?

- Cogido así, enganchado para que no se moviera.

- ¿Te habías percatado de la fractura?

- No, no, pero no podía moverlo.

- ¿Y se te inflamó?

- No, no, no se inflamó nada pero me dolía un montón.

- ¿Oiste el crack?

- No oí el crock ni nada.

- Osea, sólo el batacazo, plas.

- Oí el batacazo pero ni crack ni pollas.

- ¿Pero lo habías sentido?

- El dolor sí, y entonces… al intentar hacer algo con el brazo me dolía un montón, cualquier movimiento, sólo mover la articulación del codo me dolía, intentar separar el brazo, me dolía, me dolía la hostia.

- ¿Se te inflamó el hombro?

- No, no, nada, ni herida ni nada, fue el porrazo nada más.

- Entonces lo llevabas así hasta el autobús, llegaste allí y comunicaste lo ocurrido…

- Efectivamente, bueno, yo no, mi compañero, yo me fui para atrás y me senté, me apetecía sentarme. Y el colega dijo: “Mirad, mirad, Mariano se ha pegado una hostia” .Y nada. Una de las chicas que estaba allí trabaja en “La Paz”, en urgencias y les dijo: Oye, que va a ir ahora un amiguete para allá y tal, que se lo hagáis pronto y que le pongáis bien el vendaje, vamos no sabíamos si estaba roto o no, yo sentía algo extraño. Bueno, yo ya iba pensando en la escayola, ¡cagüen la puta!, me jodía un montón, verás tú, como me pongan una escayola, ¡qué coñazo! Me jodía mucho que me pusieran una escayola… Y nada, llegamos para allá, me vieron, plaquita, ¡hala!, un vendaje, tal cual…

EN UN COCHE CON DOS BORRACHOS



396
EN UN COCHE CON DOS BORRACHOS

-Una noche de tormenta, estaba la noche fatal. Y se les ocurre ir a un bar, yo qué sé, por Torrejón, Alcalá, no sé. Volvimos a las siete de la mañana, mira, cómo venía por la carretera, Dios, de lado a lado, aaaaahhh, y yo me callaba, porque si te pones jilipollas es peor, pero con unas ganas de decir: mira, parad que me bajo aquí mismo, os matáis los dos y os quedáis tan contentos. Pues se dieron cuenta de mi miedo, y unas risotadas, y unas burradas… Les faltó hacer de kamikaces. Había unos charcos que ocupaban toda la carretera, zaaaas, se llenaba el parabrisas de agua, y yo allí como rezando, sin creer en nada: ¡por favor, que llegue a casa, por favor, que llegue, que llegue! Mira, nos equivocamos en la M-30 y en lugar de ir para el oeste nos metimos en la carretera de Andalucía y luego, de repente, daba la vuelta,

ahí, en medio, en un lugar donde no hay mediana y se colaba en los carriles de dirección contraria, ¡hay Dios mío, qué horror!

No se veía nada, todo lleno de agua. Y claro, ellos iban flipando con su marcha y pasaban de todo. Pero cuando vas bien y ves la movida dices: ¡hostias, que nos matamos! Y ellos se descojonaban. Y yo me callaba porque a la menor insinuación era peor. Allí iba sufriendo, callada, agarrada al asiento. ¡Pasé un mal rato!

DECLARACIÓN DE INTENCIONES





395

DECLARACIÓN DE INTENCIONES

Por la literatura

sobrevivo.

Subo, bajo

y escribo.

Con rasguño y mordedura,

trabajo a destajo

por la literatura.



Gasto, gusto y casto,

por el mercado de abastos.

Coche, metro y tren,

lo cogen y lo ven.

Por mi cara dura,

¡esto es literatura!



Sombra de bar

escuchar y callar.

Letras en la sopa

y ardiendo la estopa.

Soy de este bando,

ando y no ando,

trabalenguas del fango.

Potencias colgando,

magnífica calentura

la literatura.



Los puntos sobre las íes

y los puntos suspensivos,

De los verbos te ríes

y de los sustantivos.

Sobrevive el conjunto,

punto por punto.

Es una diablura.

¡La literatura!



Rayo celeste,

ángel ecuestre.

Agua bendita

que se da y se quita.

Revienta

camisa opulenta

y no estés tan contenta.

Parabienes

y vaivenes,

conciencia comezón

ardid de camaleón,

pura cobertura

la literatura.



El libro que habla,

el libro que fuma,

lector de tabla,

buscador de fortuna.

Quiere emolumentos,

quiere monumentos.

La sangre le mana

por las venas de la rana.

El escritor pica

todas las mañanas

y así multiplica

la desgarradura.

Todo por la literatura.



Centuria buscona,

color carnoso,

novela culona

narrando sin reposo.

Toca cojones,

lluvia de risas

a montones

No metas prisa,

no te precipites.

Nadie dice que te quites.

Gramática de cobertura,

sugestión de cerradura.

¡La literatura!

EL ÚLTIMO ÁRBOL





394

EL ÚLTIMO ÁRBOL

Después de todas las deforestaciones, incendios, lluvias ácidas y plagas de todas clases, le llegó la hora al último árbol. Se sabía que estaba oculto en el desfiladero Chung en unas grietas inaccesibles.

Hacia allí se dirigieron cuatro agentes de Kapo para acabar con él. Sortearon todas las dificultades y llegaron al pie de las montañas Ronkas. A lo lejos se veía la hendidura del desfiladero resaltando en la neblina azul. Dejaron el gran helicóptero y se dirigieron a un utilitario aeromóvil. Llevaban unos pequeños lanzallamas de propulsión iónica, no más grandes que una pistola.

Se pusieron en marcha, el corte del desfiladero aprecia un sexo monstruoso que los iba a engullir.

Llegaron a él y lo penetraron a media altura. Era un lugar peligroso en el que había que tener cuidado si no querían chocar e ir al suelo. Tenían referencias vagas del lugar donde se localizaba el Último Árbol. Los ecologistas lo habían defendido antaño con las armas, pero ya no podían, habían sido exterminados.

Aterrizaron en un lugar escarpado desde el que vieron que podían continuar la ascensión. El camino había dejado de existir hacía tiempo, numerosos desprendimientos atestiguaban los combates que se habían desarrollado por allí. Vieron algunos esqueletos, blancos por la intemperie, con sus armas al lado. Pasaron por torrenteras en los que alimañas insignificantes parecían hacerles frente: ¡fuego contra ellas! Asolaban todo a su paso. Ascendían, los mapas de situación los guiaban. A medida que subían, un paisaje impresionante se extendía ante ellos, insensibles ante estas bellezas naturales.

Los mercenarios, curtidos en todo tipo de avatares faunísticos y florísticos, se abrían paso disparando sus pistolas incendiarias sobre toda lo que se movía: un lagarto en una roca a la que se acercaban sigilosamente y abrasaban, una nube de mosquitos en una oquedad, arañas, pájaros, nada escapaba a su frenesí de entrenamiento.

Siguieron escalando. El desfiladero, alguna vez exuberante, se mostraba ahora raído y calcinado, solo hierbajos y arbustos muy resistentes habían sobrevivido a la destrucción sistemática de los triunfadores de la Guerra Ecológica. El exterminio actual, prolongación en la posguerra de las teorías del ala radical productivita, buscaba la inanición absoluta de la Tierra Natural. Sólo lo productivo debe sobrevivir. Acción es ideología, y hechos consumados.

El comando que operaba en el desfiladero Gung, los Trituradores, sorteaba todos los peligros y se aproximaba a su objetivo; fieros como nadie, implacables, arrasando todo a su paso, animales y plantas, e incluso se divertían disparando contra formas rocosas de enigmática belleza a las que hacían estallar en pedazos.

A medida que ascendían encontraban vegetales adaptados a la altura y condiciones especiales del desfiladero. Los mercenarios maldecían ante tanta dureza y empeño adaptativo como mostraba la naturaleza salvaje. Y descargaban sobre los inocentes matojos chorros de fuego que los destruían hasta las raíces. Un rastro humeante quedaba a su paso, sus mismas pisadas eran venenosas. ¡Al ataque!

Tuvieron que usar cuerdas y escalar, uno detrás de otro. Incluso desde posiciones tan arriesgadas actuaban. La caza y muerte de cualquier bosquejo salvaje mantenía entrenados sus instintos.

Subieron más y más .Saltaron rocas inhóspitas y precipicios mortales, volvieron a escalar, superaron cornisas que daban al abismo, picos que parecían inaccesibles, cortadas escalofriantes, quebradas en los que en otros tiempos anidaron alimañas, rampas frustrantes y secos torrentes.

Después de seis horas de camino el mapa automático comenzó a pitar, bip-bip-bip, ¡al fin! Teclearon y apareció en pantalla un esquema del lugar: encima de ellos había una plataforma como una plazoleta que daba entrada a una cueva. A la izquierda de la boca, y casi saliendo de las rocas, se exhibía el último árbol. Se dispusieron para el ataque. Había que tener cuidado ya que alguno de esos bandidos podía estar viviendo en aquellos parajes, el lumpem ecologista era capaz de lo peor.

Asaltaron la plataforma militarmente, la barrieron con llamaradas y metralla, concentrando bolas de fuego en la boca de la cueva. Enseguida se acercaron al habitáculo y lo inspeccionaron tras tirotearlo a gusto. Nadie. Solo unos miserables restos de antigua presencia humana. Perfecto.

Salieron. Allí estaba el objetivo: un retorcido tronco de roble que parecía que emergía de la roca, como una prolongación biomagnética de la tierra: para ellos era una excrescencia maligna, un cáncer vegetal. Midieron la circunferencia: 96 centímetros.

- No es nada del otro mundo - dijo uno.

- No, hemos liquidado mejores ejemplares.

Lo admiraron un rato y luego tomaron un refrigerio. Atardecía. Montaron un pequeño campamento para pasar la noche ya que les era imposible volver en la oscuridad. Además, su trabajo imponía unos ritos emocionales. Así, a las doce de la noche, tras el enésimo brindis de petaca se dispusieron en semicírculo, apuntaron con sus pistolas y dispararon contra el árbol, convirtiéndolo en una tea que iluminó la noche durante largo rato.

Por la mañana aún humeaba.

- Era el último árbol - bromeó uno.

- Ya hemos acabado con unos cuantos de últimos árboles.

- ¿Cuantos quedaran aún?

Nadie lo sabía. Los mercenarios abandonaron el lugar.

UN CUENTO DE LA ACADEMIA




393

UN CUENTO DE LA ACADEMIA

Me llamó el académico de guardia y me dijo:

-Te hemos descubierto. Nuestros sensores detectan a los malos escritores para que les cortemos el paso.

-Glub.

- Glub-glub amigo mío, hundido.

- Pero si no lo sabe casi nadie. Si es un enrolle particular.

- Nada, nada, que luego se publica y pasa lo que pasa.

- Si no pasa nada, hombre, si no pasa nada.

- Nada, nada, no se puede dejar pasar.

- ¿Y qué vais a hacer?

- Sencillamente te vamos a liquidar. Como escritor, se entiende. Esto es un aviso, destruye todo lo que tienes escrito o serás perseguido por el Descubridor de Farsantes.

- ¡No jodas!

- Sí, sí, como el cobrador del frac y demás. Te ridiculizará, te humillará, te destruirá.

- ¿Y cómo hacen eso?

- Es un servicio que damos a la Lengua y a la Cultura.

- Pero joder, yo hago lo que me da la gana.

- Eso se acabó.

- ¡Basta ya!

Y le colgué.

Volvió a llamar.

- Este es el segundo aviso. Se te darán toques de atención. En los próximos días recibirás la visita de uno de nuestros agentes. Y no en casa…

- Mira tío, seguro que estáis al servicio de un instalado que no quiere competencia.

- No entraremos en discusiones contigo, se acabó. Te vamos a capar.

- ¡Y una mierda!

- Piénsatelo, aún tienes tiempo, te vamos a meter en un lío que te volverá loco.

- ¿Pero y la libertad y todo eso?

- Se acabó, te vamos a cortar las alas.

- Paso.

Y volví a colgar.

Llamó de nuevo.

- Bien, este es el tercer aviso. Y como no has dado muestras de querer entrar en razón, ya hemos puesto en marcha el dispositivo de anulación en su primera fase.

- ¡Y una polla!

Estás avisado, y no valen excusas. No intentes nada.

- Pues mire usted, no sólo lo voy a intentar sino que voy a pasar al ataque en cuanto me vea perjudicado por cualquier fascista.

- No te servirá de nada. ¿No has oído hablar de nuestros Agentes Especiales?

¿Y tú no has oído hablar de los multiasesinos? ¿No? Pues si me jodéis, yo me convertiré en uno de ellos. Iré armado hasta los dientes a vuestro cuchitril y organizaré una carnicería.

- Fanfarronadas.

- Tocarme los cojones y os enterareis.

- ¡Ya estás liquidado!

- ¡Ya lo veremos!

Cloc.

Cloc.

LITERATURA TOTAL





392


LITERATURA TOTAL

Fuimos a tomar una cerveza a la Plaza Mayor. Nada más entrar nos topamos con un vagabundo. Vimos a los pintores de retratos y caricaturas con su amplio muestrario de personajes. Nos sentamos al lado y pedimos de beber.

Había un músico rascando en su guitarra acordes más o menos anónimos. Charlábamos distraídos. Al poco llegó el vagabundo del principio con una botella de vino y se sentó justo en el medio del embudo que hacen el corro de los pintores y los veladores, y se bebió casi media botella de un trago, sacó un cigarro, fue a pedir fuego a una mesa y volvió a sentarse.

Nosotros seguimos charlando. Al poco, el mendigo estaba durmiendo y el músico había dejado de tocar y exigía su recompensa. Llegó a nuestra mesa y mi colega le dio algo suelto. Lo miró en el acto y fue a otra mesa. Enseguida volvió a la nuestra y dijo:

-¿Eres tú el que ha echado dos céntimos?

- Sí.

- Pues ahí van.

Y las puso encima de la mesa. Quería discutir.

- Tú, cuando vas a un concierto, ¿pagas dos céntimos?

-¿No te gustan?

- Por supuesto que no.

- O sea, ¿qué desprecias dos céntimos?

- Claro que los desprecio. Hay gente que echa dos céntimos y yo se los devuelvo.

- Joder, ya vale, no es para ponerse así.

- Oye, tío, ¿y porqué no me devuelves la otra moneda también?

- ¡Ah, pero echaste otra?

- ¡Por supuesto!

- Oye, pues si es así, si echaste un euro o más, se te disculpa.

Y se fue a seguir la colecta. ¿Será posible? ¿Quién le ha pedido que toque? No estamos obligados a pagarle. Además, ni estamos interesados en escucharle.

Enseguida terminó de pedir y se puso a tocar de nuevo su repetitivo y monótono solo de guitarra.

Despertó al vagabundo que se sentó, se rascó la cabeza y sacó un cigarro. Ya sabíamos que no tenía fuego. Mariano tomó el mechero y lo encendió para llamar su atención:

-Le voy a dar fuego, verás, a ver si me ve.

Pero se dirigió al corro de los pintores. Tras varias negativas un hombre alto y trajeado alargó un brazo y le dio fuego.

FURIA AUTOMÁTICA






391

FURIA AUTOMÁTICA

Puse en marcha todas las máquinas de la casa y me puse a esperar nada.

Quince o veinte artilugios rumiaban su furia automática lamiéndome la piel con susurros desmayados.

Pienso en ti, corazón, motor desdeñoso, cobijando mi anhelo romo.

He bajado al Infierno y he subido al Cielo y no encontré ni rastro de verdad.

Cojo el olvido por los pelos... Soplo... Soplo... Melancólica cultura... Ficheros superfluos del alma... Nubes de la gloria, esponjas violentas del mal...

Pasan mujeres sonriendo a la mañana. Laberinto de cuerpos. Yo he decidido retroceder por los puntos suspensivos de ayer hasta el mayor de los anhelos... Retrocedo... Cáncer pulposo de farándula...

Retrocedo... Espejo, ira, patadas al viento del pasado, aluviones de días devorados, sanguinolentos... Retrocedo por el tobogán del tiempo, retrocedo hasta el equilibrio primitivo.

Desapareceré: inventé la máquina de transporte perfecto pero sólo conseguí pasar al otro lado de mí...

Las máquinas bufan, animalitos de mi imaginación, me cantan una canción de cuna, arrullo mimoso de futuro.

He creído soportar la vida y es ella la que me soporta a mí.

He viajado a las estrellas que han enfurecido por mi silencio.

He pisoteado las hormigas que se cuelan por debajo de la puerta.

He comido sin hambre...

Los semáforos parpadean, las calles se abren y se cierran, el tren atestado vomita su carga en la estación, los torrentes del azar se embriagan de pesadillas...

Puse en marcha todas las máquinas de la casa y me senté a esperar nada...

LA ESTATUA





390

LA ESTATUA

Por amor al arte, el Marquesito había comprado aquella estatua yacente de hombre desnudo con el miembro erecto. La colocó en el patio romano de su mansión Redonda, en un ángulo, arropada por algunas plantas.

Pronto comprobó que tenía un efecto perturbador sobre las mujeres. No era la gran verga casi perpendicular, era más aquel rictus de lujuria misteriosa que exhibía su rostro.

Un día, tras una buena velada, su pareja se quedó contemplándola como hipnotizada, abandonó sus brazos y caricias y se fue hacia la estatua y levantándose el vestido se subió encima de ella. El Marquesito pudo ver como el gigantesco pito del Apolo desaparecía entre las piernas de la mujer. Esta cabalgaba tan singular montura olvidada por completo de él. El gesto de la escultura parecía afirmarse, se diría que estaba gozando, parecía como si en cualquier momento fuera a extender aquellas manazas de bronce para acariciar la piel caliente de la que lo usaba...

No fue una velada muy romántica.

Otro día que dio una fiesta en su casa, un grupo de viciosas, borrachas del todo, le pidieron permiso para usar el cipotazo. No había salido de su asombro cuando una de ellas ya estaba encaramada encima. Tuvo que irse a otra parte de la casa para pasar de la orgía que las tías montaron.

La estatua comenzó a perturbarle a él. Pronto observó que la punta, el glande, iba adquiriendo ese color característico de los bronces manoseados: dorado brillante.

Empezó a sospechar de todas las mujeres que entraban en la casa. Y para salir de dudas camufló una cámara de vídeo con cintas de larga duración dispuesta para grabar.

A la mansión Redonda del Marquesito acudía alguna que otra gente. A las primeras que cazó fue a dos estudiantes de un colegio de monjas que estaban haciendo un trabajo sobre los tesoros del marquesado y a las que dejaba usar la biblioteca:

Las chicas aparecieron en pantalla, el gesto de sus caras imitaba al de la estatua. Una se desnudo de cintura para abajo mientras la otra agarraba el miembro y se lo metía en la boca. Enseguida la otra se subió encima, se instaló sobre la verga y comenzó a moverse con el decidido afán de engullirlo todo. Era muy joven y tardó en dilatarse, pero al fin lo consiguió. La otra también se despojó del uniforme y ropa interior y saltó sobre la estatua, delante de su compañera, le acercó su pubis y comenzó a moverse con ella al tiempo que le sacaba las tetas a su amiga y se las chupaba. Abrazándose y besándose estuvieron un rato. Se oían voces en el vídeo: "Dejamé que lo use yo", "Espera, espera". Cuando se corrió dejó a la otra que se metió en cipote con rapidez. Repitieron la escena.

El Marquesito estaba asombrado y cachondo, el Apolo era un seductor consumado. Sí, al final de la mañana y en la misma cinta, quien probó suerte fue la chacha. Parecía experimentada, le limpió un poco el polvo, se subió el vestido, debajo no tenía nada, solo un culo enorme, se lo introdujo a la perfección, sacaba al lengua y repetía una y otra vez: "toma, toma, toma, ¿no es esto lo que quieres?, pues toma, toma, toma". Y se abrazaba todo lo que podía a la estatua. Se corrió aullando como una leona.

A partir de entonces gravaba de vez en cuando. El Marquesito pudo ver a otra gente, incluso hombres. No sabía qué hacer con el Apolo, le había quitado a todas las amantes y algunas volvían para repetir.

Tuvo una fase de mirón intensa, pero acabó cansándose de él. Era una cosa abominable que su casa se hubiera convertido en un masturbadero.

Retiró la estatua del patio romano y la almacenó en un trastero.

LA CANCIÓN DEL CAOS







389

LA CANCIÓN DEL CAOS

Esto no es el mundo del revés,

ni haz ni envés

¿Es que no lo ves?

Pasa por tu puerta

una mujer tuerta.

No hace falta que lo inventes,

Está en el presente.

Guerra sin cuartel

a este ese y aquel.

Es la canción del caos.

Todos descerebraos

Caos, caos.

Perdido en la inforrealidad

¿qué más te da?

La sensación

De ser tu propia tentación.

Buscándote por las redes del mundo

Tierno y vagabundo.

Placer desbocao,

Eso es el caos, caos, caos.

Todo informatizao,

Caos en los programas

Porque me da la gana,

Todo bloqueao,

Aislamiento afortunao,

caos, caos, caos.

Inventa

la pimienta,

la emoción y el agarrao,

inventa claridad

entre tanta oscuridad.

No creas

En peleas

Ni en nada

Sé tu propia hada.

Mira si es demasiao

El caos, caos, caos.

Muere la costumbre,

Obsesión y podredumbre.

El orden reventao,

moderno bacalao,

baile decadente

contra el sistema presente

que te traga de un bocao

el caos, caos, caos.

Circulación continua,

conexión ambigua,

atraco y estrés,

el tiempo tiene fe,

esclavo drogao,

eso es el caos, caos, caos…

La catástrofe arrebata,

Pasión de patata,

delirio puro,

fruto maduro,

sensual y oscuro

Paisaje

Sin peaje,

pasaporte

ni equipaje

que te importe

Es maravillao

Caos, caos, caos…

CRECIMIENTO



388

CRECIMIENTO

El crecimiento de Modelo se hacía, a veces, englobando grumos metálicos lo suficientemente grandes como para conseguir el efecto burbuja grande engloba a burbuja pequeña.

Y es la pequeña la que debe hacer todo el esfuerzo, conseguir las condiciones apropiadas que la hagan factible para añadirse a Modelo. Tiene que fabricarse atmósfera, gravedad, servicios, atraque y transporte, estructuras y un largo etc. Y el 90% debe ser metálico.

Cuando reúnen las condiciones, pide permiso para engancharse. Los técnicos de Modelo dan el visto bueno tras una minuciosa revisión que a veces tarda años y años.

Cuando es aceptado definitivamente se procede a la absorción. El grumo metálico se acerca al planeta artificial, es una mota minúscula, se le hace ir a un punto indicado y posarse, siendo absorbida y anclada para siempre en el planeta metálico que le cubre de un soplo de vida.

Los pioneros juntan el material y hacen su islita metálica acudiendo a todos los rincones del espacio. Los que consiguen hacer una burbuja entran a formar parte de Modelo y de sus instituciones con pleno derecho.

Hace poco tiempo tuvo lugar una emotiva asimilación. La pequeña burbuja se había construido alrededor de un viejo crucero comercial llamado Kasta que , se decía, había pertenecido al legendario navegante Goyo, famoso, entre otras hazañas, por haber robado a la Tierra el secreto de la producción genética, hecho este que sentó las bases de la prosperidad de Modelo. Fue transportado a través del cosmos y absorbido sin apenas trámites.

CUÉNTAME UN CUENTO


387

CUÉNTAME UN CUENTO

Por favor. Mira, me he propuesto escribir más de mil cuentos (MMC) y no puedo más.

He escudriñado todos los rincones de mi imaginación y la he agotado, la ha apurado tanto que se ha secado como un pozo sobreexplotado.

Contadme algo misterioso, con truco, original, irreverente. Cualquier chascarrillo malévolo me sirve. Ya acabé con las influencias, ya copié a todos, saqueé la literatura de amigos y enemigos, bebí en las fuentes poderosas de las culturas que quise, exprimí a los antiguos, robé a los modernos, violé a vivos y muertos, descuarticé argumentos, estrangulé sagas, trituré géneros, me envenené con las narraciones más inverosímiles...

Pero ya terminé con todo, no tengo a donde recurrir, creador pordiosero y menesteroso de inventiva esquilmada.

No es que las musas me hayan abandonado, no, es que las estrujé al máximo, ya no dan más de sí.

Contadme algo, un sueño enigmático, un anécdota de la abuela, una hazaña de niño o gato.

No importa, me sirve todo: adúlteros, chóferes puteros, jardineros sodomitas, enfermos, burócratas, piedras manipuladas, puertas batientes, coches, semáforos, teléfonos, tiendas, calles, etc. cualquier cosa me sirve para hacer literatura.

¡Pero no estéis ahí callados, contadme algo!

MOTOR EN MARCHA AUTOSUFICIENTE





386

MOTOR EN MARCHA AUTOSUFICIENTE

- Corazón: di algo.

LA CHICA QUE TE PIERDE





385

LA CHICA QUE TE PIERDE

Quedó con una chica para ir a un concierto. Cada uno llevaba su coche. Se lo pasaron bien, se tocaron y besaron y quedaron para ir a casa de ella. Cogió cada uno su coche. Él la seguía. Pero se puso a callejear y le perdió.

Tardó un poco en coger la ruta buena y dirigirse a su casa. Llegó al poco y aparcó enfrente de sus balcones. No había luz. Esperó un poco pero no aparecía. Y tenía que haber llegado antes que él. Salió y llamó por el portero automático. Nada. Volvió al coche y esperó un rato más, lo suficiente como para agotar sus conjeturas: habría intentado encontrarle y se habría retrasado.

Estuvo casi una hora, qué digo casi, más de una hora esperándola sin que apareciera.

Cuando se hartó se fue maldiciendo. Parecía una buena noche, pero era mala.

Al día siguiente la llamó disimulando su rencor.

-¿Donde te metiste? - dijo ella - Te estuve buscando toda la noche.

-¿Y por donde me buscaste que no estaba?

- Oh, pues por ahí, en el TAM-TAM, LA MAKA, EL BAKUNA...

- Bonitos bares.

- ¿Donde estuviste tú, eh, donde?

- Como habíamos quedado en ir a tu casa, pues allá me fui y te estuve esperando hasta que me cansé.

- ¡Aaah!

- Aaaah.

- Así es la vida.

- Así es, si... Bueno, nos vemos.

- Adiós.

TREINTA Y CUATRO TÍTULOS




384



TREINTA Y TRES TÍTULOS DE CAPÍTULOS DE UNA TELENOVELA

DE SETECIENTOS TREINTA Y TRES CAPÍTULOS

... ... ... ... ... ...

Conflicto superficial.

Pidiendo cuentas.

De cresta en cresta de las olas.

Aborrecida hasta el límite.

Mis dolores pequeños.

Cuéntame cientos de cuentos.

Besos peligrosos en acción.

Corazones y tiros

Cartas agujereadas.

Serénate, cariño.

La sociedad de los suspiros (SSSA)

Ilusión caliente repostando.

No solo se vive de perfidias.

Terremoto sobre la piel.

No todos los epicentros.

La secta del amor.

Coartada para morir enamorada.

Ensalada de celos.

Pulsando los botones del deseo.

El futuro es una campana que dobla por ti.

La energía de una mirada.

Drogas de pasión.

El horno para bollos.

Solo contigo y con los demás.

Administración sentimental.

Soy tu decoración.

Apología del desamor.

Desnuda ante las nubes.

Los dedos de la lluvia.

Tiritonas del alma.

Misión obsesión.

Amanece en tus recuerdos.

¿El balón era un corazón o el corazón era un balón? ...

CRISIS






383


CRISIS

Tierras calientes

parten continentes.

El mundo ruge,

quieto, no empujes.

La civilización se hunde,

esto no cunde.

Crisis económica

sociedad agónica,

paro terrible,

tiempo temible.

Desastre ecologista,

desaparecidos los idealistas.

Pueblos y razas

no beben en la misma taza.

Individualismo feroz

de pistola y coz.

Relaciones de escarcha,

esto no marcha.

Crisis de raíces

y ten cuidado con lo que dices.

La corrupción es mi canción

favorita.

La democracia una función

tontita.

En el río de la droga

la sociedad y el estado

se ahogan.

Tú ve por ese lado,

yo vigilo las rentas.

Esto amenaza tormenta.

¡échale sal y pimienta!

Golpes de estado

y salen presidentes,

cualquier colgado

compra los votos

y se pone caliente.

Cristales rotos,

circulación prohibida,

diez terremotos,

diez mil suicidas.

Arriba la inflación,

sufro un atraco

de la inmigración.

De racismo y maco

se llena el ambiente

y de cataclismos

de sangre caliente.

Todo es lo mismo.

Energía juvenil,

rutas nihilistas,

dramas de vodevil,

brujas y espiritistas.

Esto se acaba, rotundo,

es la invasión

del tercer mundo.

Es que la civilización

va dando tumbos.

¿Y la capa de ozono?,

eso ya no lo perdono.

¡Y nada en el cosmos!

Eso es el colmo.

Los dinosaurios extinguidos

y nosotros de seguido.

Esto se abrasa

como la casa de Juani,

parece guasa

pero es el Titanic.

Fanatismo religioso,

cultura del poso

visceral.

No haya reposo

para el terrorismo internacional.

¿Medios de comunicación?

Toca otro acordeón.

Cuentas pendientes,

rebeliones atrasadas,

no por pendientes

menos deseadas.

Se acabó mi paciencia,

me toca la revancha,

ahora tengo más ciencia

y manga más ancha.

Bombas misiles

matan a miles,

luchas tribales

matan a raudales.

Caminos cortados,

terror desatado,

lo dan por televisión:

los muertos del hambre son.

Se derrumban naciones,

se cambian sistemas,

se buscan razones

para la quema.

El mercado se seca

como una hiedra

y miles de empresas a la quiebra.

Y de Roma a la Meca,

de Tokio a Washington,

se oye la misma canción:

es el final de la civilización.

POEMA PEZ





382


POEMA PEZ

Labios de tobogán.

Por sus canales

se deslizan los virus

del herpes amor.

Días relativos de humedad.

Tiemblan los deseos.

Solo son estética

que sucumbe a la risa.

No sueñan con besar.

Sólo vocalizan

Fantasmas hundidos.

Se fruncen,

gesticulan,

se marchitan...

Labios de tobogán,

deslizándose,

mascullando,

adiós, adiós, adiós...

DESCOLGUÉ A UN AHORCADO



    
381

DESCOLGUÉ A UN AHORCADO

-¿No te lo he contado? Sí, hombre, me sucedió en Soria. Estaba trabajando en un pueblo haciendo un tejado. Vivía en una casa que le alquilé a uno de los ricos del pueblo. Había un invernadero donde yo tenía una plantación de marihuana. Y llego un día después del trabajo, todo contento a mi casita, y me veo un mogollón de gente reunida delante: el alcalde, el teniente de alcalde, que era mi casero, la guardia civil y su puta madre. Todo el pueblo. Y me dije, ya está, me han descubierto. Me acerco y me dice el casero:

- Mira, Javi, es que nosotros no nos atrevemos…

Y me contó que un pastor se había ahorcado en el pajar de al lado. Tenían un ataúd en el suelo, cerca de la puerta. Me dio un golpecito en la espalda y me puso una navaja en la mano.

Total, que voy, entro y estaba muy oscuro. Me paré y cuando me acostumbré a la oscuridad vi que lo tenía delante, sus rodillas a la altura de mi cabeza. Abrí la navaja, utilicé la caja que él había usado, me lo apoyé en el hombro y corté la cuerda: ¡como pesaba el hijo puta! Salí y lo deposité en el ataúd.

LITERATURA TOTAL




378

LITERATURA TOTAL

Día 20 de junio. El "moscosillo". Parecía un día anodino. Me preparé para unas fotos. Llamé a Ángel. Limpieza. A la calle. Tela metálica para una composición, carrete de fotos, papel de calco, el Segunda Mano. Al bar. Cotilleo un poco y al banco. A casa de Carlos para fotografiar "Neura". Lo hago, curioseo por los balcones y a la calle.

Vuelvo al bar, hojeo el periódico y a casa. Noticias y comida. Decadencia de la jornada en su punto culminante. Siesta.

Cuando me levanto todo sigue igual. Trabajo en un cuadro. Bajo a buscar bebida. Escritura espartana.

Llega Mariano y comenzamos a vacilar. El día adquiere otro sesgo. Grabamos varias conversaciones, principalmente la "Fractura subcapital de húmero izquierdo". Llamó Isabel. Después salimos. Dimos un paseo. "Vi" una foto y casi un cuadro postcutre en las "Vistillas". Luego pasamos a la Angosta y nació la Literatura Total. La frase la había dicho ya en casa pero fue en el bar donde adquirió su pleno sentido. Alguien contó algo totalmente literario, una narración tan buena que era digna de pertenecer a una antología. Y volví a llamarla Literatura Total. Ahora ya con todas las consecuencias.

Más tarde la añadí de coletilla y mi interlocutor, que ya me había oído antes la frase y algo al respecto, me entendió perfectamente.

Estaba claro. Ante mí se abría un campo de enormes proporciones y posibilidades.



379

LITERATURA TOTAL

- Una vez... Tenía entonces un 124... No, no, una "loca", un 14-30... Me fui como una carraca, buuu, buuu, buuuuuu, y llegué como a las 4 ó cinco de la mañana. Amanecía a las siete. Y según empezaban a subir los primeros rayos me tomé medio tripi. Era buenísimo. Y yo estaba en una montaña, allá en todo lo alto, mirando para un pueblo, allá a tomar por culo... Y mira, una sensación de placer... No me hacía falta naada, naada. Solamente el aire, la ventanilla abierta, el sonido del viento, todo moviéndose, buuff, era demasiado... Me hice así como unas dieciocho pajas... Y eyaculé las dieciocho... En aproximadamente unas catorce horas en que estuve allí arriba... Yo flipaba conmigo mismo... Y como me centré en el sexo, en el sssexxxo, colega... ¡Qué frenesí!...



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LITERATURA TOTAL

- Date cuenta, en el taller de Jesús, casi encima de la mesa de soldar, anidó una churubía. ¡Me cago en Dios! Y decía: ¡me cago en la madre que la parió! Sacó los pajarinos. Para que no le llegaran las chispas cuando soldábamos teníamos que ponernos un cartón, así... ¡Las sacó adelante! Se conoce que se acostumbró a los golpes, al ambiente y a la gente. ¡Y cuidado con los perros!

Cuando ya eran volanderos se cayó una de las crías y se la comió un perro. Se tiró del nido, voló un poquino y un perro que estaba por allí lo vio y ¡chas!, corrió y se lo pilló. Yo creía que mataba al perro de la paliza que le dio.

AMANITA




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AMANITA

El hombre es malo y se hace cada vez peor.

LADRON DE PERROS






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LADRON DE PERROS

Robó un perro enorme que parecía muy tranquilo. Se montó en el coche nada más invitarlo a los asientos de atrás. Se puso al volante lo más rápido que pudo y salió disparado. Observaba al animal de reojo. ¡Era el mejor ejemplar que había pillado nunca!

Y ya tenía historia y hazañas. No se podía comparar a nada a aquel mastinazo.

Fue pasando semáforos y alejándose de la zona. Ya en una vía rápida se volvió un instante y descubrió que el perro le miraba amenazador, gruñó, hizo ademán de rechazarlo y eso no le gustó.

Sin que pudiera hacer nada por evitarlo le hizo presa en el cuello. Se puso en el carril de la derecha y frenó lo más rápido que pudo. Demasiado brusco para el perro que, asustado, apretó el bocado fieramente. Ya sin tener que atender al volante quiso defenderse con las manos intentando desasirse, golpeándole la cabeza, luchando desesperado. Pero estaba tan atrapado que poco pudo resistir.

DE TELEFONAZO EN TELEFONAZO



375

DE TELEFONAZO EN TELEFONAZO

Paco llegó a casa borracho a las tres de la mañana. Se tiró en la cama sin desnudarse. Hacía un calor sofocante. Dio vueltas durante media hora. Sonó el teléfono. Descolgó. Era la inglesa:

- Oye, ¿qué pasa? Sabía que no estaba tu tía. ¿Qué haces? ¿Algo divertido o sexual?

- No me entero de nada, tía.

- ¿Qué te pasa chico? Voy a decirte algo...

Y se puso a hablar con aquel tonillo suyo, solitario, elemental, de gran ciudad.

Paco se durmió enseguida. Por la mañana, al despertar, se encontró el teléfono bajo el cuerpo. No emitía señal. Pensó y recordó lo ocurrido: se había dormido con la inglesa al teléfono.

En cuanto tuvo línea la llamó.

- Sí, te dormiste. Incluso roncabas. Tuve que colgar.

- Lo siento.

- Voy a decirte algo...

EL LABERINTO DE CAZA






374

EL LABERINTO DE CAZA

El laberinto no está, surge, se configura, se programa y aparece. Es móvil y adaptable. Puede trasladarse y actuar en cualquier parte. En la ciudad o en el campo. Requiere un mínimo de estructuras.

Y por motivos totalmente desconocidos se activa y atrapa a los descuidados paseantes. Te puede atrapar a ti.

Entonces empiezas a vivir como si nada hubiera ocurrido hasta que te das cuenta que estás atrapado. Callejones sin salida por todas partes. Observa bien: toda tu vida se ha llenado de situaciones absurdas y sin sentido. La fuerza de las cosas te empuja a la asfixia, las sensaciones se cortocircuitan, la desorientación total se ha apoderado de ti. ¿Quién eres? ¿Qué haces? ¿A donde vas?

Intentas salir y abrirte camino sin tener claro a donde ir... Ya comienzas a intuir un poder superior, distingues algunos límites del laberinto, pero aún no te explicas lo que pasa.

Tu desasosiego aumenta, tu aislamiento también. Ya ves los altos muros, los recovecos, las avenidas y puertas, los pasadizos que conforman tu cárcel singular...

Hasta que un día te ves reflejado en una pared de cristal, espectro mental, solo y olvidado de los hombres. Te vuelves: nadie; aúllas: nadie. Es la hora de la verdad. Ya solo quedáis tú y el laberinto...

Debes encontrar la salida porque él está de caza...

NUEVA AVENTURA DEL PITO VOLADOR





373

NUEVA AVENTURA DEL PITO VOLADOR

El pito volador se coló en casa de Ana y se escondió debajo de un sillón. Cuando vio una oportunidad, atacó.

La mujer salía de la ducha y se asustó al ver semejante aparato con aquella parafernalia exhibicionista. Aquella forma, aquella lucecita roja apuntando entre sus piernas... Se movió hacia sus pies rodando sobre dos ruedas a modo de testículos...

Entonces comprendió. Se dispuso a darle una patada, pero el aparato saltó, voló y se le incrustó en la vagina haciendo un sonido de tapón: pocc.

Ana intentó sacárselo, primero con cuidado y luego con todas sus fuerzas. Inútil. El mecanismo del pito volador funcionaba a pleno rendimiento y empujaba, oscilaba y se acoplaba más y mejor.

-¡Esto es una violación! ¡Socorro! ¡Socorro!

Sola en casa y con la puerta cerrada, ¿quien la ayudaría?

-¡Socorro, socorro!

EL pito volador seguía a toda marcha. Ana se tumbó en un sillón y abrió sus piernas para no hacerse daño. Lo tocó con las manos. Lo hacía a conciencia. Sería mejor dejarse. Lo miró: estaba siendo poseída por un monstruo, un alíen, un robot. Gritó con todas sus fuerzas:

-¡AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!

Pero era casi imposible que la oyeran. Se quedó contemplando, mirando con rabia, llorando, viendo como aquel engendro terminaba, se excitaba al máximo y estallaba acompañándose de ruidos y luces de colores, eyaculaba, reducía su actividad al mínimo y finalmente retrocedía y salía de ella dándole con la lucecita roja en la cara. Desplegaba unas alas como las de un avión y se iba volando por la ventana con un impulso suave.

OPTIMIZAR





372

OPTIMIZAR


Optimizar el rendimiento de una máquina.

Optimizar una industria.

Optimizar un negocio.

Optimizar un trabajo.

Optimizar un proyecto.

Optimizar una idea.

Optimizar un impulso.

Optimizar un deseo.

Optimizarse.

Lo optimizante y su relación con el entorno.

Optimizados en prensa y televisión.

Optimizar espanglis.

Optimiceitor.

Gran franja horaria de optimización.

Optimización subliminal y otras.

El ojo del amo optimizador.

Optimización transcendental.

Optimización sacerdotal.

Optimización intrínseca.

Optimización retórica.

Optimización fundamental.

Optimización y resultados.

Optimización bursátil y de servicios.

¡Si te optimizo una hostia!

La optimizada sentimental y sus consecuencias.

El optimizado psicológico y sus fracasos.

Optimizando, optimizando.

Se optimizará, se lo aseguro.

Optimizaría si pudiera.

Optimicé ¿y qué?

¿Y si optimizara toda esa vara?

Su futuro optimizaba

optimizón y bababa.

Optimizase en ese pase.

optimizase esa frase.

El optimizador enfrentado con su optimizado.

Optimiza, optimiza,

optimizador en liza.

Tú me dices que optimice,

que optimice, tú me dices.

Optimizo, ¿y qué me dices?:

Optimiza, optimiza.

ESCATOLOGIA



371


ESCATOLOGIA

-Un día eché un polvo con una tía a la que le faltaba un pecho... Bueno, es una sensación, ponerte ahí a meter mano y resulta que falta una teta. Y más si no lo sabes, es un corte.

Se explica y se recupera el punto. Pero ya no es igual. Bueno, a la larga, es igual, porque tampoco se notaba en exceso... Eso si, falta un equilibrio, lo notas. Aunque no está mal, ponía más entusiasmo, como si quisiera compensar. Y ciertamente lo conseguía.

Y el caso es que a la tía no se le notaba nada vestida, ocultaba bien el defecto. Lo demás lo tenía todo en su sitio, bien puesto y haciendo de ello el uso adecuado.

- Pues yo una vez me lo hice con una que tenía una escayola en el fémur y creo que era más difícil que lo tuyo…

CUENTOS PERDIDOS




CUENTOS PERDIDOS I

Hubo una vez que yo escribía tantos cuentos que algunos se me perdían. Escribía en cualquier parte, allí donde se me ocurriera algo o recibiera inspiración directa.

Estaba obsesionado. Es psicosis la concentración. Llega uno a usar papeles increíbles: el revés de la plata de las cajetillas de tabaco, servilletas de papel, recortes de periódico, trozos de folio, reverso de propaganda, sobres, hojas de agenda, recetas, impresos, postales, apuntes, entre líneas de un texto mecanografiado...

Comienzas a sacar papeles de los bolsillos y alucinas: frases, notas, paridas, poemas, fragmentos, desarrollos, esquemas, completos, ¿qué sé yo?...

Y los hay que se caen, se traspapelan, se olvidan, se tiran con otros papeles, se meten en la lavadora...

Y todas las ideas que contenían, al carajo.

Una vez recuperé de un pantalón lavado un cuento escrito en servilletas de papel en un bar. Estaba hecho una bola. Comencé a despegarlo, se rompía por todos lados y se había borrado. Sólo quedaban tenues manchas de tinta expandida. Cuerpo sin alma. La idea al olvido, perdida...



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CUENTOS PERDIDOS II

Los cuentos perdidos no saben gritar, si no me llamarían.

Yo sé que los creé, que los escribí en alguna parte.

Y desaparecieron.

Gotas de mi imaginación ruedan por ahí en papeles muertos.

Cuerpo perdido, alma al olvido.

¿Desaparecieron?

Yo sé que si los cuentos perdidos supieran gritar, me llamarían.


YONKI, VETE A CASA





368

YONKI, VETE A CASA

Un día vi en la calle a una chica que tenía mechones de pelo atados tapándole la cara. Me resultó extraño pero pasé.

Volví por allí y volví a verla con aquellos pelos atados tapándole la cara.

Pasé a menudo por allí y la vi, paisaje del lugar. Cada vez más vagabunda, aislada, bebida, tirada por los bancos.

Pasabas por el barrio y la veías adentrarse cada día en el peligro, mendigando, junto a tipos de la peor especie, buscándose la vida arrastrada.

Y una vez, pasada del todo, hilarante, valiente al fin, se hizo una coleta y mostró su extraño rostro desafiante, la nariz hundida, sin huesos, agujero cavernario, deformándola, convirtiendo en monstruosa una cara que se adivinaba bella tras la automáscara macabra. Podría tener quince o dieciséis años.

Observabas que nadie se quedaba con ella. Sola y enigmática, acabé viéndola relacionada con yonkis, otra vez con los cabellos atados tapándose la cara.

Luego desapareció de la calle y no la vi más.

UN JAPONÉS NO CORRE 100 METROS




367


UN JAPONÉS NO CORRE 100 METROS

Esto del atletismo ha cambiado mucho. Si te pones a mirar en los sesenta y primeros setenta, en las pistas había un número abrumador de blancos. Apenas si se colaba algún negro americano. Los demás eran de Occidente y los países socialistas europeos. Y quizás también algún cubano o brasileño.

Pero poco a poco empezaron a aparecer gentes de color de Inglaterra, Francia, Holanda. Y enseguida los africanos, keniatas en primer lugar y luego de otros países.

Posteriormente le siguieron los antillanos, más cubanos, más africanos y todos los velocistas Usa, negros.

Presencia abrumadora en las carreras cortas, medias y larga distancia. Sólo 3000 y sobre todo 1500 se libran. Te pones a ver series de clasificación y siempre los negros, los primeros. Los blancos muerden el polvo lastimosamente. Pocos llegan a semifinales. En una final olímpica de 100 metros no gana un blanco desde el 72 y no participa en la final desde hace lustros. Ocho calles, ocho negros, musculosos, elásticos, bregando 10 segundos como posesos.

Ningún blanco, ni alemanes, ni rusos, americanos, ingleses, franceses, etc. Nada que hacer, y de otras razas ni se hable.

En una eliminatoria de cuartos de final del Mundial 99 había un japonés que gazapeaba como un conejo entre multitud de piernas, cuerpos y brazos negros, quedó de los últimos, como un pobre blanco de Europa del Este.

Los negros se salen, chulean, se llevan todos los podium, primero, segundo y tercero. La velocidad es suya. Algunos sacan distancias enormes para tan pocos metros. Levantan la mano con el dedo extendido llamándose los primeros, el número uno.

El otro día mismo le contaba a un amigo la final femenina, polémica, del salto de longitud del mismo torneo.

Ganó una española venida de Cuba tras unas discutidas decisiones de los jueces:

Salta una americana y le dan nulo un salto como una casa, era medalla de oro.

Va la española, salta de fábula y la repetición, a cámara lenta de la tabla de batida deja ver que ha pisado la señal por un poquito. Sin embargo el juez da el salto por válido.

Viene la italiana, la número uno de la especialidad y salta menos.

Medalla de oro para la hispanocubana. Cuentan toda la vida de la mujer y los españoles tan contentos con la negra. La italiana protesta, ha visto el salto de la española por los monitores y dice y porfía con los jueces que es nulo. No le hacen caso y los españoles celebrando la medalla de oro con gran jolgorio.

Le explico a mi amigo cómo era la cubana y qué batalla se tenía con la italiana por los pistas de atletismo del mundo. Apenas se saludan en el podium y se miran las yugulares. Negra la española, negra la estadounidense y negra la italiana. La esperanza de Occidente.

PASIÓN DE UN AMA DE CASA




366


PASIÓN DE UN AMA DE CASA

I

Gloria esperaba a su marido resignada. “El Gordo", como le llamaba todo el mundo, llegaría borracho y con ganas de juerga. Todos los sábados por la noche igual. Él se iba de bares y la dejaba en casa con los niños, ella los acostaba temprano y lo esperaba aterrada. "El Gordo" llegaba y la tomaba con brutalidad sometiéndola a todo tipo de vejaciones sexuales.

¿Y qué podía hacer sino acceder a sus deseos? Era una mujer indefensa, sin oficio, sin cultura, sin decisión. Un ama de casa que dependía de su marido para todo.

Había sido una jovencita resultona, bajita pero agraciada, mona de cara, buenas tetas y figura delicada. Muchos hombres la habían deseado, hubo algunos enamorados de ella, uno especialmente, pero a ella no le gustaba, era un cabeza loca, un anarquista, y no era guapo...

Las vueltas que da la vida, había cambiado cuatro veces de ciudad perdiendo amigos, relaciones y oportunidades, hasta que a los 28 años y muy poca experiencia le entró el pánico a la soltería. Llevaba tres años en Madrid y su círculo de amistades era ínfimo. ¡Qué difícil es conocer a gente en la gran ciudad!

¡Qué terrible ironía estar rodeado de miles de personas y padecer tan espantosa soledad! Meses y meses sin compañía, apretujada en el metro contra otras personas y cuanto más apretujados más extraños. Buscar con la mirada a posibles conocidos y no encontrar más que indiferencia...

Había trabajado cuidando niños, repartiendo propaganda, vendiendo perfumes, en un taller de costura, vuelta a los niños. En todos los trabajos había intentado hacer amigos, echarse novio y nada había conseguido, cada uno iba a lo suyo. En una cena, un jefe se encaprichó de ella y casi la viola en el coche; algunos compañeros aprovechaban la mínima ocasión para meterle mano. ¡Qué asco! Decían que era una estrecha, pero ella solo quería un poco de delicadeza...

Y entonces apareció él, conocido de una chica del piso, esos pisos compartidos en los que casi ni conoces a la gente que vive contigo. Ya era gordo, feo y con barbas. Vestía con desaliño, hablaba con inseguridad, confundiendo palabras y tiempos, tímido en extremo.

A Gloria ya no le importaba que los hombres no fueran guapos, altos, bien instalados, etc. Charló con él un poco hasta romper el hielo. Luego, como vivía por el barrio, se volvieron a encontrar, hablaron más y más, ella lo dejó acercarse sin temor.

¡Lo deseaba tanto!

Una tarde de sábado salió de casa y él la estaba esperando, quería dar la impresión de un encuentro casual, pero ella supo que no era así, tal vez porque también esperaba encontrárselo. Ella iba de compras, él paseaba. Ahí empezó todo.

"El Gordo" trabajaba de encargado en una empresa de construcción, ganaba su buen dinero, vivía en un tercero exterior en una finca de mala muerte de entrada cavernaria, escaleras de madera rajadas y patios negros. Pero su piso estaba reformado, tenía dos habitaciones, salón comedor, cocina y cuarto de baño. Todo un lujo para una sola persona.

Se dejó querer. Antonio, que así se llamaba "El Gordo", era algo rudo, todo el día con cemento, ladrillos, hierros y peones de albañil. Un día fue a verle a la obra y le oyó gritar, maldecir, insultar, mandar. Se llevó un susto, pero bueno, eran gajes del oficio, aquellos bestias, sino era así no daban el callo. Cuando la vio se transformó en corderito, los peones la miraron sin comprender.

Se casaron a los seis meses de aquel encuentro del sábado por la tarde. No había tiempo que perder, Gloria tenía ya 29 y "El Gordo" 32, si te descuidas se te echan encima los 40 y adiós a la juventud.

Al principio todo fue bien, como es natural. Para Gloria el cambio fue espectacular: pasó de una habitación a un piso mediano y de estar sola a dormir acompañada todas las noches. "El Gordo" era algo bruto, se desquitaba con ella de su abstinencia sexual, le echaba imaginación a la cosa y por momentos parecía insaciable.

Ella se acostumbró a darle su ración, cuando notaba que quería, se desnudaba de prisa y se abandonaba, él la disfrutaba como un animal, jadeaba, entraba y salía de ella con violencia, parecía como si quisiera poseerla más allá de lo posible.

Un embarazo arreglaría esos problemillas. Como madre la respetaría más, tendría que refrenar sus instintos. A los tres meses, Gloria quedó preñada.

"El Gordo" recibió la noticia con escepticismo, hacía el amor unas cuatro veces a la semana, con verdadera fruición, como queriendo prepararse para la nueva abstinencia que se le avecinaba.

Gloria había descubierto en las últimas semanas que "El Gordo" era taciturno y huraño. Si durante el noviazgo no había sido muy cariñoso, ahora no era ni delicado.

En los primeros meses de embarazo, Gloria tuvo la certeza de que se había casado con un anormal. Pero no fue hasta que estuvo gorda que comprobó el extremo de la anormalidad.

Desde el principio la mujer se había resistido a ciertas prácticas, aunque con escaso éxito ya que “el Gordo" tomaba lo que quería cuando lo deseaba. Eso había hecho que ella perdiera interés por el sexo y aún que le cogiera cierta repulsión. Ella, que se había reservado para un amante cariñoso y que esperaba disfrutar plenamente de las delicias del amor, se veía usada como un trapo, sin la más mínima consideración para su persona.

Cuando estaba de cinco meses y medio, todo estalló. Desde bastantes semanas antes "El Gordo" la embestía por detrás ya que su peso directamente sobre el vientre abultado, le hacía daño.

Pero a Gloria cada vez le apetecía menos, bueno, no le apetecía nada. Y debía ceder a los deseos de hombre, aunque de mala gana.

Y una noche no quiso ceder. Era un sábado por la noche y él había estado bebiendo con los amigos. Ante la negativa de la mujer, "El Gordo" se desnudó, su miembro erecto y rojo se bamboleaba bajo la enorme barriga. Se apoyó en el borde de la cama, le tomó la cabeza entre sus rudas manos, le introdujo el miembro en la boca y se puso a empujar, tanto y tan profundamente que le produjo nauseas y asfixia. Gloria se puso morada, "el Gordo" culeaba sin control. Entonces la mujer le mordió la verga, el hombre la sacó dando un alarido y, fuera de sí, le propinó un puñetazo en la cabeza que dejó a la mujer casi sin sentido.

"El Gordo" bramaba.

- Te vas a enterar tú, mala puta, negarte a tu marido. Eres mi esposa y voy a hacer contigo lo que me dé la gana.

Sentenció. Y metiéndose en la cama la sujetó por la cintura, le levantó el camisón y le arrancó las bragas de un tirón, le restregó las barbas por la espalda y le dio un feroz mordisco en las nalgas que la hizo chillar. Luego le acercó el miembro al ano y dijo: "culito, culito". Y comenzó a apretar, apretar, apretar.

Gloria sintió un enorme dolor, chillaba, gemía, lloraba, pero la tenía aferrada con aquellos brazos musculosos y nada podía hacer sino patalear.

"El Gordo" la penetró brutalmente, desgarrándola y luego se movió entrando y saliendo, haciendo caso omiso de sus lamentos. Respiraba como una fiera y se corrió como un demente.

Siguió allí, clavado a ella, consumiendo los estertores del placer, sin importarle para nada el dolor y la humillación de su mujer. Luego se quedó dormido enseguida.

A la mañana siguiente Gloria quiso imponerse, le amenazó con abandonarle y denunciarle, pero "El Gordo" se rió de ella: ¿A donde iba a ir? Desgraciada. ¿De qué iba a vivir? ¿De criada fregando suelos con la barriga hasta las rodillas? En el pueblo sería el hazmerreír de todo el mundo. ¿Separarse? ¿Alegando qué?

¿Que tu marido quiere follar y tú no? Jajaja. ¿Que te lo mete por el culo? Jajaja. ¿Es que quieres salir en los periódicos? La mayoría de los hombres que conozco lo hacen así con su mujer.

¿Porqué desaprovecharlo? Da mucho gustito. Y si no tengo tu coño, ¿que voy a hacer? ¿Quedarme sin ración?. Nada de eso, yo no me he casado para meneármela.

De nada le valieron sus protestas. Estaba indefensa. Solo era un ama de casa sin oficio ni beneficio. No tenía cultura, dependía de su marido para todo: él le filtraba las amistades, el ocio, el dinero, vivía en su piso, le pertenecía...

Gloria pasó el día bajo los efectos de este descubrimiento que se hacía más estremecedor al comprobar qué sola estaba. Con nadie pudo hablar para contárselo porque no conocía a nadie, no tenía amigas y su familia andaba dispersa por los cuatro puntos cardinales de España, manteniendo entre sí contactos mínimos.

Tenía que aguantarse. ¡Oh cuántas veces se había repetido esta frase! Era una maldición. Ser mujer era una maldición.

Salir con "El Gordo" por la calle era una maldición. Y él la obligó aquella tarde a cogerle del brazo y a pasear por el viejo Madrid como un matrimonio modelo. Un largo paseo: Cascorro, Plaza Mayor, Plaza de Oriente, Plaza de España, Templo de Debod, y vuelta por Bailen viendo el atardecer de nubes rojas y a decenas de parejas vestidas de domingo que parecían disfrutar del tiempo primaveral con la mayor felicidad.

Antes de llagar al Viaducto le compró un helado y siguieron paseando sin hablar. ¿De qué iban a hablar? Y pasando hacia "las Vistillas", el cielo, de un rojo encendido, le pareció a Gloria bello como nunca, pero también acorde con su desgracia. ¡Si pudiera volver atrás y desembarazarse de aquel monstruo! ¡Podría caerse, tirarse, empujarlo ella misma del puente abajo...!¡Pero tenía que aguantarse!

Ya en la Cebada, "El Gordo" saludó a conocidos, entraron en un bar y hablaron de fútbol, el Madrid no iba bien ese año, a los jugadores les faltaban pelotas. A él le sobraban para hacerle daño a su mujer.

Gloria hubiera querido llorar, chillar, huir, pero no, tenía que asentir, reír alguna gracia, compincharse con él, apoyarle, no se es esposa en vano.

Y al llegar a casa, como se había portado bien le dio unos besos obscenos entre carcajadas y olor a alcohol. Gloria no pudo más y se lo quitó de encima violentamente, "El Gordo le dio un bofetón que la estrelló contra la pared, se acercó a ella con una risa sádica en la boca, le metió las manos por el escote saltándole los botones de la blusa y le cogió los pechos, ahora más abultados y sensibles, y se los apretó con fuerza, clavándole las uñas. La mantuvo así hasta que lloró, entonces la soltó y la mandó a hacer la cena.

Los meses finales del embarazo fueron horribles, "el Gordo" parecía tener desatado su apetito sexual y se había aficionado al coito anal. La trataba como a una silla, sin sentimiento, sin una pizca de cariño. Y los sábados era brutal. Aparecía a la una o las dos de la madrugada, borracho, los ojos inyectados en alcohol, brillando de felonía. La miraba y ya la poseía. No le daba ni las buenas noches. Entraba tambaleante y se desnudaba torpemente, la hacía levantarse, la colocaba en posición y la penetraba con fuerza. Y como estaba borracho tardaba en correrse.

Otras veces quería la felación, le cogía la cabeza con las dos manos y le introducía el miembro en la boca, ¡y que no se le ocurriera morderle! ¡Ni tocarle con los dientes siquiera! Le eyaculaba dentro y la obligaba a tragárselo sujetándola, al tiempo que jadeaba y le decía: ¡traga, traga, traga!.

No la respetó en ningún momento, ni siquiera al final del embarazo cuando por motivos obvios una mujer no es apta para manipulaciones sexuales.

Cuando dio a luz no sabía qué pensar, se consideraba una mujer destruida.

Con la llegada del primer hijo las cosas no cambiaron. No se podía decir que "El Gordo" fuera un padrazo. Solo en público le hacía caso al niño, en casa era ella la que se ocupaba de él en exclusiva. Su marido se encargaba de traer el dinero y de mantener el en pié el hogar.

Gloria, que había sido una chica valiente, constató en sus primeros meses de madre que estaba condenada al ostracismo y que la anulación de su personalidad era total. Era una especie de criada con servicios sexuales morbosos incluidos, era un ser de segunda categoría, una subordinada al gran amo de su vida.

Ese es el destino de muchas mujeres, una especie de esclavitud social impenetrable debido a las tupidas redes que protegen a la familia. No importa que la familia sea un infierno, una institución dada a la tortura, la castración y el miedo.

Gloria fue un día a la obra a llevarle algo al "Gordo" y le oyó vociferar a los peones, dos negros, dos árabes y un español, sintió temblar a los muchachos como temblaba ella algunas veces. Ellos también eran víctimas de la furia de aquel ser depravado y cruel.

¿Porqué era así? Trató de averiguarlo preguntándole, conversando con él. Pero solo obtuvo gruñidos evasivos, frases malhumoradas, distanciamiento. No tenían nada que hablar, ella debía limitarse a su papel, la casa y la cama. Ese es el oficio de una mujer, por lo menos de su mujer.

Y se dormía delante de la televisión, resoplaba como un elefante, Gloria lo miraba, grande, monstruoso, ni siquiera dormido parecía abandonarle aquel halo de brutalidad que emanaba de su persona. Se estremecía al pensarlo.

Resignada, resignada a vivir para siempre con aquel engendro. Su niño lloraba y él apenas se estremecía, roncaba disonante y volvía a su ritmo. ¡Qué desgraciada era! Toda su vida dedicada a aquel hombre que no la quería, ni la apreciaba, ni la dejaba desarrollarse lo más mínimo.

Poco a poco Gloria fue perdiendo el interés por su persona. Si ya no se tenía ninguna autoestima intelectual, ahora se abandonó físicamente, descuidó sus vestidos, su peinado, su figura. En cierto modo era un acto de defensa propia. Era posible que "el Gordo" perdiera interés por ella.

Pero no fue así, "el Gordo" no se lo permitió. El quería lucir una mujer presentable: "Para gordo, conmigo basta". Y la obligaba a arreglarse, a cuidarse, a vigilar su peso: "Aunque sea a hostias, te mantendrás".

Así pasó casi un año. Las pocas veces que osó rebelarse, su marido la emprendió a golpes con ella. Su sumisión era total.

Poco antes de quedarse embarazada por segunda vez tuvieron lugar unos sucesos que significaron el inicio de una nueva tortura para la mujer. Fue que "el Gordo" se presentó en casa una noche con unas cintas de vídeo porno. No era nada nuevo, ya otras veces habían visto películas pornográficas y habían imitado escenas. Gloria recordaba asqueada un día que "el Gordo" la obligó a chupársela y el niño comenzó a llorar, ella hizo ademán de irse pero el hombre la sujetó hasta que terminó, el llanto del bebé sonaba en sus oídos todavía. Se la hubiera arrancado de un mordisco...

Aquella vez las películas tenían un contenido violento inaudito. "El Gordo" veía las escenas y le metía mano con evidente bestialismo. Hubo un momento en que una mujer, atada de pies y manos, era penetrada en el aire, más tarde la atrapaban con un nudo corredizo por el cuello y parecían ahorcarla, se ponía morada, todo su cuerpo temblaba; cuando abrió la boca para gritar le introdujeron en ella una gran polla de plástico. Se veían alternativamente imágenes de las violentas penetraciones, de las manos y de la cara. En un momento dado pareció expirar, se relajó y cayó como un fardo. Los penetradores concluyeron entonces y sacaron sus miembros espumeantes, triunfadores, palpitantes...

-¡Es de verdad, es de verdad! - aullaba "el Gordo" clavándole sus garras.

Aquella noche la poseyó de la manera más bestial, gozando de su sufrimiento como nunca. Cuando se durmió, Gloria pensó en las imágenes que acababan de ver: no podía ser verdad, en el cine todo se simula. Pero al Gordo le daba igual, era un sádico que buscaba emociones fuertes. Se estremeció, si la afición de su marido se afianzaba, la sometería a auténticas sesiones de tortura.

Y así fue. "El Gordo" ya solo disfrutaba si la tomaba bestialmente. Aún le llegaba a decir: "me gustaría que te resistieras, me gustaría que te resistieras". Sin embargo ella sabía que eso lo excitaría sobremanera, recibiría una paliza y la follaría "a lo elefante". Ahora se limitaba a azotes en el culo, simulacros de estrangulamiento, mordiscos de fiera, retorceduras de brazos y pies, etc.

Le gustaba verla llorar indefensa y aterrada, entonces su libido se descargaba sobre la mujer haciéndola objeto de obscenidades sin cuento: "follar a lo elefante", "la chupada de Mesalina",

"el polvo de los latigazos"," el culeo y la puñalada", "corrimiento de espalda y cuello”, “corrimiento de cara", "mamada militar",

Coitos acrobáticos", "escenas de salón" y un largo etc. que no sabía donde los aprendía aquel degenerado.

Un día Gloria vio una pintada en la calle de un colectivo feminista que ponía:



"CONTRA LA VIOLENCIA MACHISTA, LUCHA ARMADA FEMINISTA"



Y por un momento pensó que podría matarlo. No, podía acudir a ellas y que ellas lo mataran. No. Era la primera vez que se le ocurría semejante cosa. Ya alguna vez había deseado su muerte, pero nunca antes había pensado en el asesinato. Claro, que solo era un pensamiento, tan vano como otros sueños de liberación que había tenido.

Ella debía aguantarse. Y no era masoquista, debía aguantar, no sabía bien porqué: miedo al futuro, miedo al "Gordo", sobre todo miedo a él, la mataría. Ya se lo había dicho: "Tú denúnciame, sólo denúnciame y te aplastaré como a una hormiga y te enterraré en los cimientos de una obra con diez barras de acero en el chocho". Hijo de puta. Ya no tenía ni insultos que sirvieran para él.

Dio a luz a un segundo hijo. Ahora con dos niños el trabajo de la casa le absorbía casi todo el tiempo. "El Gordo" seguía igual: el trabajo, el bar, los amigotes y ella, la esclava sexual.



II

Gloria esperaba al "Gordo" aterrada. Era noche de sábado, vendría borracho y con el apetito sexual exacerbado, dispuesto a someterla a todo tipo de maniobras.

Era la una y media de la madrugada cuando oyó abrirse la puerta. Venía preparado, se le notaba en sus movimientos. La llamó:

-¡Gloria, mala puta, te lo voy a meter por la barriga!.

La mujer tembló, una especie de oso iba a entrar en el dormitorio y a abusar de ella. Había ido a la cocina y zascandileaba en ella buscando comida y bebida. Al poco se presentó en la habitación con una litrona en la mano. La miró con una sonrisa burlona, dejó la botella en el suelo y se desvistió. Gloria se quitó el camisón y apartó la ropa de la cama. "El Gordo" la agarró por un brazo y la arrastró hacía sí, la colocó de espaldas, le cogió el culo con sus dos garras y la penetró, uno, dos, uno ,dos, pasaba de un orificio a otro y le arañaba la espalda. La mujer rompió a llorar al mismo tiempo que los niños, pero "el Gordo" no la dejó acudir. Al contrario, le dio la vuelta y se arrojó sobre ella sujetándole las manos y penetrándola nuevamente. Los niños lloraban con fuerza, Gloria intentaba desasirse hasta que su marido le dio un cabezazo que la hizo sangrar por la nariz.

El hombre se levantaba y efectuaba unas acometidas brutales. Hasta que en una de ellas algo pareció rompérsele dentro, se le crispó la cara y cayó sobre la mujer como un fardo. Sus manos aflojaron la presa que hacía sobre las muñecas de ella. Los niños arreciaban en sus lloros. El Gordo" parecía que no respiraba.

Entonces Gloria comenzó a empujarlo, tenía encima un oso. A duras penas lo hizo rodar a un lado y se lo quitó de encima. Se quedó mirándolo un momento, atónita, estupefacta. Enseguida fue a la habitación de los niños y los calmó, estaban acostumbrados a la bulla.

Volvió a la habitación expectante, presa de una extraña excitación que, al verlo inmóvil y boca abajo se le concentró en la ingle. Una idea abominable acudió a su mente, fue a la cocina, tomó el rodillo de masar y regresó al dormitorio, se acercó a la cama se lo colocó en el ano y con las dos manos se lo introdujo hasta la mitad. El hombre se estremeció. La mujer se retiró aterrada. Los ojos del "Gordo" se abrieron y la miró como un cordero degollado, intentó hablar pero apenas si pudo mover los labios. Pareció dormirse, aunque Gloria tuvo la certeza de que estaba muerto.

Una excitación mayor se apoderó de ella, se tocó la ingle y sintió placer, un placer que no había sentido desde hacía tiempo y que consideraba acabado para ella bajo la pernada de aquel monstruo que acababa de irse al infierno.

Se acarició a sus anchas mirándolo, disfrutando de aquel instante tan morboso que el azar le había concedido por sorpresa. Tuvo que arrodillarse primero y sentarse después para controlar mejor sus caricias. Era el éxtasis, algo desconocido, la botella que se destapa y el genio que sale. Era aquel cuerpo gordo y deforme con el rodillo clavado en el culo, la causa de su deleite sexual. Y no quería evitarlo y comenzó el tirón final hacía el orgasmo diciendo:

-¡Hijo de puta, hijo de puta, hijo de puta, hijo de puta...!



III

Cuando todo acabó, un silencio sepulcral se extendió por la casa.

Gloria fue al teléfono y avisó al médico de urgencias que dijo que se presentaría allí de inmediato. Colgó y entró de nuevo en la habitación, tomó el rodillo de amasar con las dos manos e intentó extraérselo, pero no salía, tuvo que ayudarse con un pie para hacer más fuerza. Al fin lo consiguió. Vio que tenía la zona manchada de sangre, se dirigió a la cocina y tomó una bayeta húmeda con la que se lo limpió. Luego se vistió.

El médico llegó al poco, le dieron la vuelta al Gordo y lo colocaron boca arriba. Lo auscultó, le miró los ojos, la boca, estaba muerto, evidentemente.

¿Cómo se había dado cuenta? Estábamos manteniendo relaciones, se le saltaron las lágrimas, se ha muerto encima de mí, las lágrimas rodaban por sus mejillas. El médico la tranquilizó, había sido un infarto, mala suerte, debía superarlo y no pensar en ello. Le firmó el certificado de defunción que llevaba y se lo entregó previo pago. Ahora solo quedaba avisar a una funeraria, ellos se encargarían de todo. Adiós, y se fue.

Ella hizo todas las llamadas pertinentes a los familiares de él y a los suyos propios. Fue un ejercicio de ficción increíble para el que no creía estar dotada, pero el término del suplicio había liberado sus energías ocultas y se sintió la chica valiente que había sido antes de conocer a aquel maldito rinoceronte.

Cuando llegaron los de la funeraria "el Gordo" seguía con su miembro abultado. Uno de ellos comentó con sorna: "Este se ha ido al otro barrio con la polla tiesa". Lo empaquetaron, lo metieron en el ataúd y lo trasladaron al tanatorio de la M-30.

Por primera vez Gloria se sintió sola y segura en aquella casa, se había preparado un café y con él en la mano se paseaba por la casa encendiendo todas las luces, efectuaba un reconocimiento

del piso parecido al que hizo cuando tomó posesión de él, ya como señora de la casa. Solo que ahora era su dueña. Se sintió bien, la ausencia de la ponzoña que su marido representaba la llenaba a ella de vigor, alegría y excitación. Abrió la puerta del dormitorio de los niños y los miró sin encender la luz, sonrió. Eran su tesoro, la familia de él no podría nada contra ella, al contrario, deberían facilitarle las cosas a los huerfanitos y a la pobre viuda.

Aquella noche memorable se llenó de sensaciones de libertad. Por encima de los pésames, los lloros, las palabras gastadas, falsamente grandilocuentes, en Gloria palpitaba una emoción de clara serenidad y se decía para sí una y mil veces, olvidado él para siempre: "vuelvo a ser yo" , "he nacido de nuevo" y frases por el estilo.

Velaron el cadáver un día interminable. Habían acudido algunos de sus hermanos a consolarla y todo el mundo la rodeaba y se compadecía de ella. Gloria, a todos atendió y con todos lloraba si era menester.

Lo enterraron sin mucha ceremonia en la Almudena en un nicho familiar. Cuando introdujeron la pesada caja en el hueco, su viuda tembló de pies a cabeza, un seco gemido se le escapó de la garganta y tuvo que juntar las piernas y apretarlas con fuerza para controlar la tremenda excitación que se le había concentrado allí. Algunos acompañantes acudieron solícitos a sostenerla. ¡Pobre mujer!, se exclamaba en los corrillos. Pudo recuperarse cuando unos operarios del cementerio tapiaron con ladrillos el nicho y colocaron la lápida.

Enseguida se disolvió la ceremonia y cada uno volvió a sus menesteres.

Gloria regresó a casa donde le aguardaban sus hijos acompañada por familiares y amigos del Gordo. Subió, ninguna puerta de ningún vecino se abrió, no conocía a nadie. Entró en la casa y al instante deseó estar sola. Los recuerdos de su vida allí se le agolparon en la cabeza. De pronto recordó que no había oído decir a nadie que el Gordo fuera un gran tipo, ni una buena persona, ni nada parecido. Y pensó que todo estaba en su lugar, que la casa era suya, que los niños eran única y exclusivamente suyos, que la vida le sonrió llevándose por delante a aquel sádico que, un día, la soledad de la gran ciudad había convertido en su marido, transportándola de inmediato a una cruel prisión en la que la antigua soledad era un recuerdo de felicidad.

Allí aún olía al "Gordo", pensó y en un arranque repentino abrió todas las ventanas y balcones de la casa. Los familiares la dejaron hacer compasivos.

- Necesito aire, necesito aire, he estado todo el día comprimida - dijo. Y todos la entendieron.

Pero quería decir que llevaba años aplastada.



IV

Gloria tardó unos días en quedarse sola. Después comenzó su vida normal, algo nuevo y distinto a lo que había vivido desde que se casó. ¡Qué alivio! Ella y sus hijos solos.

Comenzó a cambiar cosas en la casa. Su nueva vida debía ser nueva en todos los aspectos. Empezó en el dormitorio conyugal. El piso, a pesar de estar reformado presentaba muchos detalles cutres. Como aquel anticuado cuadro de la virgen y el niño que había presidido las escenas de sadismo realizadas en el dormitorio. ¡A la basura!

Objetos inservibles, decoración sin gusto, etc., etc. En pocos días dejó la casa limpia, las paredes desnudas, el espacio vacío. Entonces se dio cuenta que la congoja que sentía se la producía el piso en sí, no estaba a gusto en él. Fue a visitar a la familia del Gordo y les comunicó que quería vender el piso y trasladarse a otra zona más agradable. La madre y dos hermanas que vivían con ella la apoyaron. El lugar no era bueno, con esa escalera tenebrosa y esos patios negros, los vecinos huidizos, el barrio tan sucio, no era un buen lugar para que crecieran los niños. Que se mudara, le ayudarían en lo que fuera necesario.

Gloria comprobó que la familia del Gordo era buena gente y que si no habían venido nunca de visita era porque él no las había traído. Lo dejó caer sin reproche ya que no las tenía todas consigo. Pero la entendían y aún la madre le preguntó si habían sido felices a lo que Gloria contestó con un "lo normal", añadiendo que vivir con Antonio no había sido fácil. Ahora lo importante eran los niños, dos hermosos niños, uno que no dejaba parar nada quieto y el otro aún un bebé que ya se arrastraba por el suelo comenzando sus investigaciones.

La familia se movilizó hasta dar con un piso en la zona de la Paloma, setenta metros, exterior, un segundo, necesitaba una reforma y valía un poco más que el dinero que le daban por el suyo.

Pero pudo hacer la operación. El Gordo le había dejado una paguita decente, su gente la acogería mientras se hicieran las obras y le dejarían dinero si lo necesitaba.

Las cosas no podían irle mejor. La muerte de su marido había sido una suerte en muchos aspectos y ella estaba dispuesta a conseguir que aún lo fuera en muchos más.

A finales de abril abandonó el piso viejo y se trasladó a casa de la madre del Gordo. Le dejaron una habitación para ella y el bebé. Su hijo mayor dormiría en el cuarto de Nando, un sobrino de dieciséis años.

Todos los días llevaba a los niños a la guardería y luego iba al piso para supervisar las obras. Estas transcurrían lentas. Cambiar el piso, baño y cocina nueva, un mes. Ese era el proyecto pero quien sabe cuanto puede tardar una obra?

La vida en su nueva situación era relajada. Evitaba cualquier choque con la familia de Antonio, cosa nada difícil ya que eran amables y cariñosos. Le cuidaban los niños, la obligaban a salir y a distraerse, estaban encantados con ella.

Por su parte, Gloria estaba en un proceso de renacimiento. Muy controlado, pero seguro. Sentía palpitar deseos en su mente y en su cuerpo, una nueva persona estaba surgiendo de aquel baldío cenagoso que había sido su matrimonio, la sentía crecer y exigir, desconocida y expectante, desorientada ante su propia existencia.

El sexo, tan temido durante su matrimonio y nunca descubierto del todo como fuente de placer, la tentaba ahora. Se acostaba algunas veces y se acariciaba, sus pensamientos condicionados la llevaban a aquel orgasmo terrible que sintió la noche en que murió el Gordo. Y no le satisfacía recrearse en aquella visión sádica, aunque algo le quedaba dentro y no podía evitar un estremecimiento incendiario, apretaba las piernas y procuraba concentrarse en otros deleites menos turbadores.

Tenía que buscar un hombre. Echó una mirada a su alrededor y no vio a ninguno. Los albañiles le parecían toscos y primarios, demasiado parecidos a su marido. Se había prometido no dejarse dominar nunca por ningún hombre, al contrario, ella seria la dominadora. Y en sus placeres solitarios, su excitación favorita era verse dominadora, triunfante, egocéntrica. Aunque despierta no sabía como conseguirlo.

Hasta que reparó en Nando. El chico estaba despertando a la vida sexual y un día se percató de que la vigilaba. Esto la excitó mucho. Todas las puertas de la casa tenían cerradura por lo que no era extraño que el chico mirara por ellas.

Una noche de sábado en que se habían quedado solos con la abuela retiró la llave de la cerradura y se desnudó elegantemente haciendo temblar sus carnes y ofreciendo buenas perspectivas al mirón. Aguzó el iodo y estuvo segura de que él estaba allí.

Entonces se planteó la posibilidad de seducirlo. Quizás era demasiado pequeño, pensó, pero ella, en definitiva era un poco como una niña, tenía por descubrir las delicias del sexo suave.

Sería fácil, algunos fines de semana la familia se trasladaba a un viejo chalet de la sierra. Un día, con la excusa de la obra consiguió que Nando se quedara a ayudarle a transportar algunos cacharros, se reunirían con ellos por la tarde, cuando ya no hiciera calor.

Trabajaron en el piso moviendo cosas y limpiando, Gloria, sin sujetador y escotada le mostraba sus pechos generosos al muchacho que disimulaba como podía su excitación. Una vez estuvieron a punto de salírsele y un pezón asomó y coronó el escote. Nando se quedó extasiado mirando. Gloria le dijo: "¿Te gustan?" El chico asintió. La mujer se los colocó. "¡Tócalos!", le dijo. Y Nando puso sus manos sobre ellos, encima de la camiseta, tímidamente. “Por debajo", le pidió Gloria. Y el chico metió las manos por debajo de la camiseta y le descubrió las tetas abultadas, hermosas, de areola ancha y afilados pezones. Se los estuvo acariciando un momento, hasta que Gloria consideró que no era oportuno continuar.

Volvieron a casa contentos, el chico comió y se acostó un poco. La mujer hizo algo de la casa, miró la tele haciendo tiempo y luego se metió en la ducha calculando el momento en que el chico se despertaría.

Ya lo tenía decidido, lo seduciría, se lo llevaría a la cama y lo desvirgaría. ¡Qué delicia! Haría el amor con él. Se lo comería como a una salchicha. ¡Ay de él! Lo gozaría a su conveniencia. ¡Pobre inocente!

Gloria había dejado la puerta del baño abierta esperando que Nando fuera hacia allí al levantarse de la siesta. Y así fue. El chico entró y la vio desnuda bajo el chorro de agua. Lo miró y sonrió tímidamente. Nando también sonrió. Y se quedaron así, mirándose un poco, como familiarizándose. Hasta que la mujer notó que al chico se le había inflado su miembro bajo el pijama.

- Ven a ducharte - le dijo.

Y le tendió la mano. Nando titubeó pero dio un paso adelante. Se quitó la camisa. Dudaba. Gloria se acercó al borde de la bañera y le bajó el pijama. El miembro libre se bamboleó, era delgada y fino. Lo introdujo en la bañera acariciándole. Él se estaba muy quieto. Le dio jabón con delicadeza, piropeándole, deseándole. El chico se virilizaba orgulloso. A veces temblaba sin control.

La mujer lo secó y abrazó introduciéndose el pito entre las piernas, sus gruesos pechos los restregaba contra el pecho del chico.

- Vamos a mi habitación.

El no opuso resistencia. Cuando estuvieron en ella se dio cuenta que para él era la primera vez. ¡Lo había pensado! Se puso delante de él desafiante, con las piernas abiertas, arqueadas, moviéndose, susurrando:

- ¿Te doy miedo?

- No - le respondió.

- ¿Nunca habías estado con una mujer?

- No.

- Yo voy a ser la primera, no tengas miedo. Yo te diré lo que tienes que hacer, ven.

Gloria se tendió en la cama, abrió las piernas y atrapó con los pies las caderas del chico.

- ¿Ves? Es para ti, híncalo.

Nando se acercó, se bajó un poco, la enfiló y hurgó abriéndose camino. Gloria lo atrapó por las nalgas y se apretó contra él. El chico comenzó a moverse y ella aún más.

La relación fue un éxito.



V

Una tarde de mediados de julio se trasladaron al nuevo hogar. Su renacimiento se había consumado. Ayudada por la familia de su ex-marido comenzaba una etapa que esperaba llena de alegría y tranquilidad.

Planificó su vida de manera que resultase ordenada. Todo comenzó a rodarlos niños, a la guardería, últimos retoques a la casa, compra, limpieza, etc. El tiempo libre no sabía como llenarlo.

Aunque deseaba satisfacerse sexualmente desechó convertirse en una aventurera. Por ahora, con Nando tenía suficiente. Y eso que se había convertido en un problema. A sus quince años había despertado su lujuria de tal modo que más que un amante era un pelmazo. No sabía como quitárselo de encima.

Venía un día sí y otro también y le metía mano sin recato, la abordaba anhelante, como un torito, incansable.

Gloria comenzó a desairarlo. No lo soportaba. Si seguía así, su presencia se le haría tan insoportable como la del Gordo.

A mediados de septiembre coincidiendo con el comienzo del curso escolar lo echó del piso, no de manera definitiva, pero debía imponerse. Después de todo, aquella historia de Nando era como el último cordón umbilical que le ligaba al Gordo.

A partir de entonces Gloria se concentró en su renacimiento. Con tanto tiempo libre decidió apuntarse a algo. Como solo tenía estudios primarios, la universidad y la formación profesional le estaban vedadas, por lo que solo podía acudir a academias o a centros municipales de enseñanzas especiales. Se decidió por un cursos de informática e inglés.

Acudía por las mañanas dos horas, se aplicaba a las materias y a la vez entablaba relaciones con los chicos y chicas compañeros de clases.

Su ímpetu juvenil le volvió y no tuvo reparos en tomarse litronas en la calle como una más, dar unas caladitas a los porros y flirtear con los chicos aquellos. Estaba radiante. Las perspectivas de formarse y encontrar trabajo atizaban sus sueños.

Todo iba sobre ruedas, sus hijos crecían sanos y alegres, ahora sí, sin la sombra lúgubre y terrible de su padre.

Ella, lanzada, comenzó a ir a la piscina cubierta para mantenerse en forma.

Mientras tanto, Nando acudía a su casa con menos frecuencia. Gloria lo dejaba pasar dependiendo de su ánimo. El chico usaba todas las estratagemas posibles, aporreaba la puerta, pateaba, suplicaba, amenazaba. Ella, sin embargo, estaba dispuesta a decidir absolutamente sobre su vida.

Un día, cansada de sus asechanzas le dijo que tenía novio y que no quería volverlo a ver por allí. Se fue profiriendo toda clase de amenazas.

Pareció que por fin se había librado de él. Otra etapa quedaba atrás. Lo sentía, lo había usado sin escrúpulos. Sabía que darle sexo a un chico tan joven era peligroso ya que le sería prácticamente imposible conseguirlo con chicas de su edad. Pero bueno, ella también tenía derecho a poseer a alguien de vez en cuando. Si, le había servido bien, se había demostrado que servía para el placer, que era una mujer completa. Sus miedos e inseguridades desaparecían, sus frustraciones también. Era una lástima que hubiera que usar a otros y dominarlos para reafirmarse una. Parecía ley de vida. Ella lo sabía bien. Sin embargo se atormentaba demasiado, no le había hecho daño al chico, si acaso desequilibrarlo un poco. Pero no había más problemas: iba a cumplir dieciséis años, era alto, guapo, fuerte, pronto sería un hombre que las mujeres se disputarían. No tardaría en desdeñarla.

Mientras se llegaba a ese estadio, Gloria prefería olvidar y buscaba los brazos de otro hombre. Pronto tuvo uno a mano. Fue en la piscina, un cazador de marujas le echó el ojo, era un chulillo que presumía a cada gesto, seguro de sí mismo, sabía lo que quería y lo que daba. Esto irritó a la mujer, no se consideraba insatisfecha y él la trataba como tal. Se dejó acompañar a casa no sabiendo muy bien qué hacer.

Por el camino se topó con Nando que la miró con odio. Gloria se estremeció de tal manera que se disculpó con su acompañante y volvió a casa sola. Había visto en los ojos de su sobrino un relámpago de furia y violencia parecido al del Gordo cuando volvía a casa borracho las noches de los sábados.

Algo estaba pasando, algo se había quebrado en su mente, su tranquilidad, su renacimiento se veían en peligro.

En efecto, cuando abrió la puerta de casa, Nando la estaba esperando dentro con las llaves que había dejado en casa de la abuela para casos de emergencia. En su rostro se dibujaba una mueca de sádico de película de terror.

- ¡Eres una puta! - Le dijo desde la penumbra, arrastrando las palabras.

- Debes comprenderlo, tengo que rehacer mi vida.

El chico dio un paso hacía adelante y la abofeteó con tal fuerza que la derribó.

- ¡Eres una puta, una zorra, una puta!

La cogió por los pelos y la arrastró hacia el salón, la puso boca abajo, le subió el vestido y le arrancó las bragas de un fuerte tirón, luego le dio una tremenda palmada, se aproximó más y le propinó un bocado en el culo, apretó los dientes al máximo. Gloria chilló, él apretó más, parecía que quería arrancarle un bocado, que no soltaría presa hasta salir con la carne entre los dientes.

La mujer chilló, gritó, llorando, "basta, basta". Cuando la dejó, la sangre estaba a punto de salirle y la señal de la mordedura estaba salvajemente marcada en el blanco trasero.

Nando se levantó y se quitó los pantalones. La mujer se había sentado, las lágrimas le recorrían la cara.

Esto pareció excitar al chico que se agachó, le tomó la cabeza entre las manos y le incrustó su miembro en la boca, con tal fuerza que casi le produce arcadas. Y no cejó, lo sacaba y lo volvía a meter con un brusco movimiento de caderas mientras la sujetaba por el cuello. Ella tuvo que pararlo como pudo. Él se puso frenético insultándola y vejándola hasta llegar al orgasmo. La obligó a comerse el esperma a la voz de "traga, traga, traga".

Luego la soltó. Estaba sofocada, medio asfixiada, el cuello rojo,

el pelo alborotado.

Había vuelto a ocurrir, había vuelto a ser tratada como una esclava sexual, violada, humillada. Y esta vez por un chico, casi un niño. Ella tenía la culpa. Se quedó en el suelo llorando sin decir palabra. Si hubiera esperado no habría despertado aquel demonio.

Nando le dio una patada.

-¿Porqué lloras, puta?

Gloria intentó incorporarse para responderle pero él le retorció el brazo y le dijo:

-¡Aquí quien manda soy yo! Y vas a hacer lo que a mí me dé la gana. ¿Entendido?

Y le retorció con más fuerza haciéndole daño.

-¿Entendido?

Y como ella no decía nada la tumbó boca abajo torturándola. Gloria lloraba y pataleaba pero se resistía a someterse.

- Basta, basta, basta - gritaba y gemía.

Pero el chico le había cogido gusto, la dominación le excitaba, se reía de ella y la sometía a tocamientos obscenos que incidían en lo violento.

Por fin la soltó. Y cuando la mujer se estaba incorporando medio a cuatro patas, Nando la sujetó por detrás y con una mano en el bajo vientre se lo arañó con sadismo arrancándole pelos. La mujer dio un grito espeluznante y brincó hacía adelante poniéndose fuera de su alcance. Se tocó el sexo y retiró la mano con sangre. Lo miró espantada.

- ¡Eres un salvaje, un canalla! Disfrutas haciendo daño. ¡Eres un degenerado!

- Tiita, tú eres la única degenerada que hay aquí, debería denunciarte por corrupción de menores.

- ¡Fuera de aquí, si vuelves a entrar en esta casa llamaré a la policía!

Y trató de echarlo a empujones. Solo que al segundo empujón, Nando se volvió y le soltó un bofetón que la hizo retroceder. Se acercó a ella, le cogió las tetas con las dos manos y se las apretó clavándole las uñas, igual que le había hecho “el Gordo” una vez.

Gloria intentó quitárselas pero él era más fuerte y no la soltó hasta que sus lágrimas volvieron a salir.

Luego, condescendiente, dominador, machista en extremo, se vistió con rapidez y se marchó anunciando:

- Volveré, estate preparada.

La mujer sufrió un ataque de histeria. No pudo autocompadecerse mucho porque tenía que ir a buscar a los niños.

Se vistió, se dio colorete, polvos, se pintó, disimuló los golpes como mejor pudo y se fue a la guardería. Trajo a los niños y les dio de comer. Viéndoles recuperó fuerzas. Tenía que deshacerse de Nando, por las buenas o por las malas. Lo primero que haría sería cambiar la cerradura, luego tendría que poner coto a sus asechanzas. Debería evitar que su familia se enterara, pero si no había más remedio, se enterarían. Iba a quedar en mal lugar, aunque era preferible a sufrir los ataques del muchacho.

Llevó a los niños a la guardería y se pasó por una cerrajería, al día siguiente irían a ponerle una cerradura nueva.

De vuelta a casa se encontró con una fiesta feminista organizada por un colectivo radical, se detuvo a curiosear, daban limoná y sangría a las mujeres. Unas chicas hacían una pintada ultra:

"Contra la violencia machista, lucha armada feminista".

Gloria sonrió divertida. Desde un tablao y por una escasa megafonía, una jefa estaba arengando a las mujeres:

- Somos el último sujeto de cambio que queda en la Historia. Pasó la burguesía, pasó el proletariado, quedan las mujeres. Cuando en nuestra cultura no quede ningún sujeto con ansias y necesidad de cambiar las cosas, habremos entrado en el fin de una era, en la decadencia. Pero eso no ocurrirá de momento, porque aquí estamos las mujeres. Y si las utopías de la burguesía y del proletariado se cumplieron, la nuestra es mucho más difícil. Porque queremos el poder. Si los hombres lo han tenido durante diez mil años, nosotros queremos otro tanto. Y lo queremos ya. Tenemos en nuestras manos la fuerza y la voluntad del cambio, algo que el caduco sistema machista ya no posee. Ya ha consumido su ciclo, ya no tienen ideas nuevas... ¡Paso a las mujeres!...

Gloria terminó su sangría y volvió a casa. Cuando abrió la puerta, Nando la cogió por el cuello y la arrastró hasta la habitación. Una vez allí la soltó y esgrimió un afilado cuchillo de cocina. No había pronunciado ni una sola palabra.

-¡Vamos, desnúdate, zorra. - Le dijo entre dientes.

La mujer no comprendía la metamorfosis que había sufrido el muchacho, de amable y cariñoso se había convertido en violento y cruel.

-¿Porqué me haces esto? Yo te he enseñado a hacer el amor con amor, ¿qué te ha pasado? ¿Porqué te comportas así?

-¿Con amor? - Su voz parecía un silbido y sus gestos los de un asesino. Gloria no pudo evitar un escalofrío -¿Y esas películas que tienes? ¿También lo hacen con amor?

- Esas películas eran de tu tío, que era tan sádico y tan hijo de puta cómo tú.

- ¡Zorra, te voy a rajar! ¡Vamos, desnúdate o te pincho!

Y comenzó a dar cuchilladas mientras la mujer se desnudaba. Una vez la llegó a pinchar y se rió.

Cuando estuvo desnuda se tendió en la cama.

- ¡No te he dicho que te tumbes. ¡Vamos, desnúdame como es debido!

Gloria lo desnudó con asco. Luego él la obligó a tumbarse boca abajo en el borde de la cama, le separó las piernas y la penetró analmente arremetiendo con toda su potencia. La mujer se estremeció de dolor, pero él buscaba más y ya sin tino la golpeaba, le tiraba de los pelos, las asfixiaba contra la cama, estaba poseído por el frenesí de la crueldad. Los gritos y los lamentos, las contracciones, sufrimiento le excitaban más y más. Movía sus caderas a toda velocidad. Y en un momento determinado, fuera de sí, obnubilado por el éxtasis de los primeros orgasmos, tomó una fina cuerda de su pantalón, se la pasó por el cuello y comenzó a estrangularla como había visto en una de las películas.

La mujer no tuvo tiempo de reaccionar. Se encontró con una soga al cuello, unos brazos fuertes que apretaban como poseídos por un demonio sexual y en una posición desventajosa en extremo.

Nando apretaba con fuerza, más y más, el cuerpo de la mujer se arqueaba, levantaba la cabeza, la cuerda se clavaba en la carne, la piel se le ponía morada, con su miembro entraba y salía de su cuerpo. Aflojó para contemplarse un instante y lo que vio le excitó más, por lo que se lanzó al orgasmo con redoblada furia.

Se corrió estrangulándola. Acabó tumbado sobre ella, resoplando, clavándole los estertores del placer, cerró los ojos y continuó degustando las delicias del sexo, quedándose dormido sobre el cuerpo muerto de la mujer, inocente, ajeno a todo, relajado tras los tremendos esfuerzos...

Cuando se despertó sintió el cuerpo frío debajo de él. Se incorporó un poco y la llamó:

- Gloria, Gloria.

No obtuvo respuesta. Se inclinó un poco sobre su cabeza y comprobó que estaba totalmente inmóvil, muerta.

Entonces, su tacto frío se le hizo insoportable, se incorporó para separarse de ella y no pudo, su miembro estaba atrapado dentro de la mujer muerta. Una repugnancia aterrada se apoderó del muchacho que se puso a tirar con toda la fuerza de sus caderas y no salía. Apoyó las manos en las nalgas y tiró una y otra vez, se hacía daño, pero no conseguía sacarla. Entonces vio el cuchillo que le había servido para la violación, lo tomó del suelo, maniobró con él cortando la carne, procurando no hacerse daño, hasta que, por fin, lo sacó.

Fue al baño y se lavó, llevó el cuchillo a la cocina, volvió a la habitación y se vistió echándole ojeadas temerosas.

Cuando acabó, salió disparado. No se encontró a nadie en la escalera y nadie le vio salir. Desapareció de la zona pitando.

El crimen fue descubierto esa misma tarde, ya que al no acudir a por los niños a la guardería, desde esta llamaron a casa de Gloria y después a la abuela de los niños. Esta no encontró las llaves, que tenía Nando y acudieron al piso. Nadie contestó.

Entonces, temiendo algo malo, avisaron a la policía, la cual forzó la cerradura y dejó libre el acceso al piso.

Encontraron a Gloria en el dormitorio, en una posición increíblemente obscena. Aún tenía la cuerda alrededor del cuello.

Nando fue interrogado esa misma noche y cantó de plano.