martes, 17 de julio de 2012
EL PROFETA
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EL PROFETA
Vino en plan resucitador a la ciudad y se instaló en el tanatorio. Abordaba a los atribulados familiares con promesas increíbles y pedía su consentimiento para proceder sobre el finado.
Algunos montaban en cólera y querían pegarle. Pero él actuaba majestuosamente, se abría paso hacia el muerto y le ordenaba levantarse con templanza y voz segura.
No fallaba. Todos se levantaban como zombis y comenzaban a balbucear como niños pequeños. La familia era golpeada con una evidencia terrible, algunos se desmayaban o sufrían crisis histéricas, aterrorizados, incrédulos. Y tenían que hacerse cargo de él, ayudarle a caminar, quitarle esas cosas que se le ponen a los difuntos, darle agua, preguntarle...
Y allí estaba el Profeta que quería ser escuchado y seguido.
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